El portón de los sustos...
Cada Martes Santo, te haces más chica...parece que no quieres dejar salir de tu interior a La Niña a la que custodias y salvaguardas, pétrea protección para la mirada más personal de esta Granada. Cada Martes Santo, a la hora exacta que marca el sol en la fachada, treinta hombres se arrodillan, desafiándote, como reza la sevillana cofrade, a fin de llevar a buen puerto la tarea, pesada por lo trascendental, de sacar a la calle a la Esperanza. Los muros se cierran, el capataz saca la mano izquierda para torear al natural, sin ayudas (que dirían los antiguos), a este "miura" de doce varales y terciopelo verde, al que Granada espera por cobijar a la Madre de Dios en esa advocación singular que es de todos, porque todos estamos necesitados de Ella.
Cada Martes Santo, rodilla en tierra, compás acelarado, "llamás" justas, esfuerzo medido, voz certera, mandos prestos, los treinta corazones de faja verde y costal blanco, cumplen con la obligación de salvar la puerta, y que la de Risueño llene la ciudad de su aroma y de esa maravillosa calma que profesan los ojos de Nuestra Madre ante los cuales es imposible no rendirse, al menos una vez al año, cuando asoma la Reina de la Plaza Nueva por la puerta de santa Ana...
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