el camino...
...Sí, pero no el de baldosas amarillas que Lyman Frank Baum nos sugiriera en el maravillosos mago de Oz, sino el camino por el que discurrimos y que nos lleva, irremediablemente, hacia un destino incierto y, esto es lo más grave, con daños colaterales.
Nosotros, y cuando digo nosotros me estoy refiriendo a todo hijo de vecino, nos afanamos en vivir una vida que nos ha sido otorgada, merced a la labor de nuestros padres, para usarla sin alterar su curso en modo alguno. Mi abuela decía que "casamiento y mortaja, del Cielo baja" que viene a ser lo mismo que todo está dispuesto y poco más hay que hacer, por lo que todo, absolutamente todo lo que nos pasa, nos ha pasado y nos pasará, debe estar escrito en algún sitio con los renglones torcidos de Dios, y ahí es adónde quiero ir yo...
Llevo cuatro años para cinco velando porque una niña pequeña crezca feliz, inculcándole, no sin notable esfuerzo, los valores que me marcaron a mí, intentando que sea buena, noble, y que su educación diga más que sus palabras, situándola en el principio de un camino que recorreremos juntos hasta que mi Esperanza quiera, y que debe ser un camino recto, para que así sea su modo de comportarse. Intento explicarle que la gente es buena, que le va a ayudar si tiene un problema, que le tenderá la mano siempre y que actuarán con ella, igual que ella actúe con ellos, e intento criarla en un ambiente de amor y respeto, de comprensión y afecto sin límites, aunque, a veces, sus actos me lleven hasta ellos, si bien nunca los sobrepaso, y lo hago porque necesito creer en ello, aunque la realidad es que, a veces, eso no ocurre ni entre los miembros de una misma familia, así que menos sucederá entre extraños.
Por las noches, después de leerle su cuento, que es uno de los momentos que ella espera con más ansia, la dejo en su cama abrazada a su peluche y me invade una profunda pena al ver su sonrisa plácida y tranquila, rendida al sueño y a la seguridad que yo le proporciono y que, en su pequeño mundo de juegos y risas, es la más grande de todas. Me invade una pena enorme porque leo barbaridades en las redes sociales de energúmenos que no merecen llamarse humanos, porque veo a diario en la televisión cómo el género "humano" se destroza a sí mismo, cómo los dirigentes de algunos países dejan morir de hambre a sus conciudadanos agarrados al poder que les ciega y los deshumaniza; siento miedo cuando veo que cualquier persona puede entrar con una mochila y hacer saltar todo por los aires y me aterra pensar que algún desalmado pueda acabar con esto tan bonito que tenemos en casa, y que tenéis en casa. Me apena ver cómo, en mi país, no se ha enterrado el hacha que provocó una guerra civil desastrosa y que los políticos están empeñados en que vuelva a producirse, y me preocupa el no saber quién vive a mi lado, y qué se esconde tras su sonrisa al saludarme.
Cuando me encuentro, con tantísima frecuencia, tantas masacres en tantos sitios, tanta gente desamparada por las guerras y tanto amor tirado por el suelo bajo unos escombros, tan inerte como las víctimas de atentados suicidas; cuando veo la profunda falta de moral en los que nos dirigen, tanto abuso a menores y tanto odio, tanta falta de actos altruistas y tan poca ayuda a los que sí los llevan a cabo, me invade una profunda tristeza, un terrible miedo, y abrazo a mi pequeña y a su peluche prometiéndole que haré todo lo que esté en mi mano con tal de que siga creyendo en la felicidad, en la bondad de la gente, que crezca feliz y ajena a las atrocidades que se producen a su alrededor, y le pido a la Esperanza que me dé fuerzas para mostrarle el camino...
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