Sábado...


Es Sábado, un día que, no sé porque, mi subconsciente que tilda todo, que clasifica todo, colorea de color azul, acaso porque el azul es el color del cielo raso, que invita a pasear, y el del mar, que invita a todo. 

Llega el final de la semana para todo guerrero, toda persona que, de lunes a viernes, se entrega a la vorágine de su actividad laboral, con la mirada puesta en él, como uno resquicio por el que escapar a la libertad, y le huele a aire fresco, y a tiempo libre. Comienzo de la jornada para todos aquellos que trabajan los fines de semana, o un día como otro para los que lo hacen de lunes a Sábado, aunque a éstos ya les parece distinto ante la proximidad del domingo. 

Los Sábados, me gustaría que fuesen completos, días de cámara fotográfica y motocicleta, carretera hacia el sur y al salitre, "viento de cara" de Supersubmarina, olor a gasolina y el rugido del motor como banda sonora. Curvas a un lado y a otro, carretera de montaña, que las autovías perdieron todo el encanto nada más empezar a construirlas, parada en este o aquel bar, descanso y vuelta al camino. 

La moto es un elemento que se me está quedando olvidado en su cárcel de paredes blancas y línea roja, desde la que me mira solitaria, triste y un poco sucia, mientras yo me afano en mi rutina y no le dedico ni un minuto. Siempre quise tener una moto más grande, más robusta, pero la que tengo me ha acompañado en tantas ocasiones, son tantas las cosas que hemos hecho juntos, que me duele su olvido y mi desidia, aunque no hago mucho por remediarlo, todo lo más sacarla para ir al trabajo de vez en cuando, y que sus piezas no se pudran en la soledad del garaje. echo de menos llevarla todos los día, bajarla a la costa cada fin de semana, disfrutar de ella como antes, pero las cosas imponen su razón y la nuestra, por desgracia, debe ceder ante los nuevos impulsos. 

Puede que algún día recupere esa otra parte de mí, esa que siempre vuelve los ojos cuando el "ruido" de un motor se escucha des lejos, la que saluda, al volante, a los que , sobre dos ruedas, cubren kilómetros de asfalto, la que se ajusta la chupa y los guantes, acciona la llave y vive el momento. Puede que algún día me sorprenda a mí mismo y la arranque, la deje ronronear durante un "ratito", y meta primera para salir de ruta por los viejos tiempos, con esos amigos que me insisten y a los que siempre le pongo excusas, y sentir de nuevo la paz que da la carretera, aunque ya nada sea igual, y todo quede muy lejos...algún día, quizá, volveré a ella, y todo será, de nuevo, como cualquier sábado...  

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