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A

hí viene, lleva esperándola tanto tiempo, que no sabe qué decirle ahora que, sus costaleros, se la van acercando acompasando su llanto con la marcha que tanto le transmite.

Se le vienen a la cabeza muchas cosas, mucha gente que se la acercó de niña, muchas chicotás esperando a su marido en el relevo, para darle un beso y verlo feliz, a pesar del esfuerzo que entiende, pero no comparte, sobre todo por la edad que tiene. Muchos momentos junto a Ella, el barrio, las caras, el aroma, la abuela de las "chuches" y la esquina del bar de siempre, que ahora ocupa una destartalada lavandería. 

Todo y nada, en un momento vuelve a la realidad de su trabajo, y su vida, fuera de su tierra, alejada por la precariedad laboral de su ciudad, de su país, y obligada por los ojillos de un lucero bilingüe que le pregunta por qué llora...

Se seca las lágrimas y apaga el ordenador donde el "YouTube" la ha llevado a su tierra, un Viernes Santo más, para poner la cena. Eso, se dice, también es penitencia...

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