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stá cansada...sus cinco añitos empiezan a sucumbir a los estragos del sueño y hace un rato que dejó de prestar atención a las camareras que, cansadas también, y con frío, anteceden al paso de palio, ése que salió a primera hora de la tarde y del que empiezan a intuirse las caídas.
Abrazada a las piernas de su padre, su lazo deshecho reposando sobre el hombro, su bola de cera apenas asida por sus deditos, va mostrando señales, más que claras, del cansancio que ya no puede disimular. Juega con sus pies sobre el dibujo del adoquín, soñando quizás con su cama, a la que nunca quiere irse, para finalizar la agotadora jornada en la que se ha portado, eso sí, como una campeona.
Siguen pasando camareras, el relente de la noche que ha empezado a ser mujer se va metiendo por todos los resquicios, y el palio avanza, como en una nube, sobre las cervices de sus valientes costaleros. El padre le dice que ya está aquí, los sones de la banda se la acercan, en efecto, y por mor de las casualidades, o del merecido descanso para la cuadrilla antes de acometer el broche de oro a su estación, el capataz ordena a sus hombres detener el paso cerca de ella.
La niña, después de que su padre la coja en brazos, se queda mirando con los ojos entornados la belleza sublime de la Virgen, su rostro perfilado por las mortecinas luces de la candelería, deshechas las velas sobre los candeleros; las lágrimas, dibujadas casi, sobre la perfección de su tez, a la que la luz le da un aspecto diferente del de la tarde, en la que todo empezaba a ser.
El paso levanta, y el andar costalero, ya más asentado, parece confirmarle a la niña lo que lleva un rato rondando su cabecita, y le dice a su madre: "mamá, la Virgen también está cansada"...
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