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a luna, y él, lo saben...ella va marcando con sus ritmos el tiempo que les va acercando, y puede que también separando, a ese momento en el que se dicen las cosas que se han quedado guardadas, como la túnica, desde la última vez que se vieron.
La luna, Cuaresma alante, invierno atrás, menos paso quiero pero no pararse, se va haciendo más grande, más redonda, mientras él la mira cumpliendo trámites... Recogida de túnica, papeleta de sitio,...haciendo las cosas necesarias antes de todo, para que todo esté perfecto cuando vuelvan a encontrarse, y la gente le pregunta qué tiene con la luna que lo absorbe y que lo emboba, viéndola cambiar, como cambian también los continentes, que no los contenidos...
En la última luna, la más especial y brillante, la más grande y la más profunda, él se pone la túnica con su mejor amigo, yendo hacia el templo por el camino más corto, acortando también la distancia entre ella y él, pero hay algo más, algo que sólo saben la luna y él.
Esa noche, luna de parasceve en el cielo más limpio, la que marca la madrugada del Jueves al Viernes Santo, su túnica, su cruz, el Señor, el silencio y su familia... Toda su familia, la que está en la tierra viendo al Crucificado avanzar sobre racheo costalero, y la que, asomada a la inmensa ventana que es la luna, lo contempla desde el Cielo... El pasado y el presente, unidos por esa luna... Padre Nuestro que estás en el Cielo...
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