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omo en todo, siempre hay un público de "panem et circenses" que acude a ver a las hermandades como el que va a ver una carrera de fondo, esto es, se sienta en su silla con el cartucho de pipas desde el primer al último corredor, y luego la pliega y se va, dejando su honda huella de cáscaras, bolsas de "gusanitos" y envoltorios de chucherías. Ese público, entendido hasta decir basta, aplaude a todo lo que no hay que aplaudir y se calla sólo cuando engulle, a veces hasta con dificultad, los enormes trozos de pan con lo que sea y los tragantones de cerveza. Ese público es, además, el que más sabe de todo, y no sólo se atreve a opinar entre los suyos (que al fin y al cabo no molesta), sino que se lo dice al neófito, al turista, al foráneo y a María Santísima, dejando su impronta de inagotable saber y para su mayor regocijo interno.
Después pasa lo que pasa...al Señor, unos días antes de su salida, lo suben solemnemente a su paso procesional donde espera a que le pongan la flor y ultimen detalles de priostía para salir a la calle. Y he aquí que ese público se cuela, sin saber el porqué del acto, enfadándose con el hermano que le pide silencio, y se pone a verlo junto a una señora que, estrenándose en esto de la Semana Santa, le comenta lo bonito que es el Crucificado...
¿Bonito?...pues espere usted a ver el que sale de verdad... Lo dicho, "panem et circenses"
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