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Aun adaptándose a la oscuridad del templo desde la luz de la plaza, camina con cuidado buscando su lugar en la capilla, ése al que le gusta llegar para abandonarse a sus cosas, y pensar, sólo pensar, dejando un rato aparcados los problemas y las dudas que le asaltan.
Es entonces, ya acomodado en el banco, fijándose en cada uno de los detalles del templo, comenzado con un estilo y finalizado con otro, dado el sinfín de artistas que contribuyeron a ello, cuando quiere percibir una conversación muy tenue, como la luz que ahora llena la iglesia, en la que cree adivinar una voz de mujer que habla con otra, de sus hijos que están en el extranjero por no haber encontrado trabajo aquí, de su madre que está muy mayor, y enferma, y ya no puede acudir a misa como a ella le gustaba dándose su “paseíto” hasta la iglesia cada Domingo por la tarde. En su conversación, una lágrima se escapa hablándole a su interlocutora de su marido que sigue en paro y no levanta cabeza, mientras intenta alegrarse contando las ocurrencias de sus nietos, alguno de los cuales tiene que llevar al colegio todas las mañanas porque su hijo y nuera trabajan.
No alcanza a ver con quién habla, porque no se le ve, debe estar en alguno de los recovecos que tiene esta iglesia, probablemente esperando a que el sacerdote pueda confesarla, y matando el tiempo con la charla entre amigas, vecinas del barrio que coinciden en misa, y que ven en eso una escapada de su rutina, una salida a todo lo que las espera en casa, desde que se levantan hasta que se acuestan, labor ésta de las mujeres tan poco reconocida y respetada.
Pasado un buen rato de charla amigable,(alguna carcajada ha soltado la mujer, en su distendido parloteo), sale al fin del lugar que la ocultaba de la vista, saludándolo al pasar por su lado. Pero sólo sale ella. Sorprendido, y tras comprobar que no viene nadie detrás de la mujer, se levanta de su sitio y camina hacia el lugar donde ha oído que estaba hablando y, al doblar la esquina, una capilla se abre desde donde nos saluda, esperando en su altar, la Amiga con la que estaba hablando la mujer,…la Virgen del barrio.
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