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En cierta iglesia hay un sitio especial, como en todas, seguramente, pero este sitio es especial porque en él se fajan los costaleros multiusos que tiene su hermandad, y que, después de estar todo el año bregando con el cargo que a veces pesa, de quitarle horas a su familia, a sus hijos, a su tiempo libre, sólo tienen un momento para ellos, que es justamente cuando se fajan en ese lugar especial. Hay priostes buenos, mejores y artistas; excelentes amigos y personas, y luego están ellos, y él, por encima de todos, prestándole a su Virgen y a su Cristo su tiempo, y entregando todo, primero en forma de diseños de altares, montajes de pasos, limpieza de enseres, y bajo las trabajaderas después…
A ese sitio llegan los últimos, aunque son los primeros en enterarse de todo, más que nada porque son ellos los que aportan las ideas, y luego las cosas salen como salen. Si quieres buscarlos, los encontrarás ahí, en ese sitio especial, pero no esperes que te dediquen mucho tiempo, hoy es su día, y ése es su momento. Seguramente los encontrarás llorando de emoción mientras la hermandad ya está saliendo, y sólo podrás darle un abrazo corto que nunca abarca el agradecimiento que les profesamos.
A veces, Dios escribe derecho con renglones torcidos, y en esos renglones se dictan cosas que son acatadas con humildad y con ilusión, aunque esas cosas deriven en dejar la trabajadera y vestirte de negro, “sólo” porque Ella te lo pide. Así pues, el prioste costalero, ahora saldrá de contraguía, pero seguirá aportándole a la Virgen todo lo que lleva dentro para Ella y, eso sí, cambia la oscuridad de sus bodegas, por la luz de su mirada.
Seguro que hasta al escultor que tallara a su Virgen, que la ve salir desde ese lugar especial en que se fajan los priostes costaleros, se le va a hacer raro verlo de negro, él que siempre iba de blanco…
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