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Al llegar del instituto, comen tranquilos porque hoy no hay que estudiar, bueno, siempre hay que estudiar, pero hoy no quieren. Una sobremesa tranquila, descansando el cuerpo y la mente después de las intensas horas de clase les lleva directamente a la hora de la merienda, y a la habitación donde descansan los VHS de Semana Santa que se saben de memoria, y que su familia no entiende cómo pueden estar todo el día viendo. El café, sentado en su sillón viendo cómo las cofradías salen y entran de sus templos, o discurren por los puntos neurálgicos de las ciudades vestidas de fiesta, sabe mucho mejor que cualquier tarde del año, y la tertulia se improvisa, mientras las imágenes, y los vídeos, se van sucediendo. Llegada la hora, empiezan a prepararse, y uno va sacando la ropa mientras el otro prepara la plancha, sin quitarle ojo al palio que revira en la calle con la torre al fondo.
Tras quitar las arrugas, todo se prepara con mimo y, después de despedirse de sus padres, salen contentos calle arriba hacia el local donde espera la parihuela de ensayos de su hermandad, y donde sus amigos ya les están reclamando. Unas horas de ensayo, de preparar lo que tanto les gusta, de reírse con los que comparten con ellos la hermosa tarea de ser los pies del Señor el día de la salida, unas cervezas posteriores con los que siempre se quedan, y a dormir que mañana hay que levantarse para ir a clase…estas son las cosas que han vivido los que han tenido la suerte de salir de costalero con su hermano…
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