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Lleva dentro de sí viejos marcos colgados con las fotos que siempre protegieran su casa. Los pasillos y libros, las ventanas abiertas, el aroma de la limpia blancura colgada. Lleva siempre, en los forros del traje que viste, en sus pulcras corbatas, la manera de un padre que igual la llevara y el clavel que su madre en el ojal le colgara.
Lleva risas de amigos, abrazos sinceros de la gente que vive los pasos con él, pero siempre, bolsillo pequeño de las cosas no idas, los abrazos de aquellos que lo fueron también. Una marcha en la mente y otra en los labios, la silbada entre dientes y la que mueve su palio, las estampas guardadas, los folios escritos, las palabras no dichas y los libros leídos. Complicidad cotidiana de los grandes amigos, y las noches sin luna protegiendo suspiros. Su legado, su historia, lo mejor construido, que pasea su sonrisa de color monaguillo.
Lleva cultos de antaño, los pasos distintos, tan pequeños que apenas podía perpetrarlos, una mano sujeta su cuerpo vencido justo antes que el suelo lo reciba en sus brazos. Los juegos de entonces, paseos por su barrio que le habla y le dice que el tiempo ha pasado desde las viejas cales de edificios borrados. A los balcones se asoman, presente y pasado, tantos buenos hombres de cordón morado.
Eso lleva, y parece que es poco a los ojos de aquellos que le dieran de lado, se limpia las gafas con mesura y cuidado, asoma sus ojos por los lentes gastados, sonríe al que sabe que ansía escucharlo y lanza su voz al oscuro teatro. Sus amigos, sus sueños, su gente, sus versos, saquito de esencias donde viven los ecos de las voces que ordenan vividos momentos. Mide el pulso al tiempo, porque hoy es su dueño, y empieza a vivir lo que ayer era sueño,..
…pregonero.



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