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La conocía desde siempre, aún sin conocerla, a través del recuerdo que, de su tierra, descansaba sobre la mesita de noche de su padre con forma de rectángulo de plata sobre piel, y su figura grabada en el metal. Luego, mor de sus anhelos cofrades, empezó a verla en todas partes, primero en los vídeos VHS que iba adquiriendo, cuando aún no estaba internet para buscarla cuando quisiese, luego en los artículos de libros, periódicos y revistas que siempre le dedicaban unas palabras. Claro que la conocía, porque… ¿Quién no la conoce? ¿Quién no ha escuchado nunca hablar de Ella? ¿De su barrio? ¿De su noche?...su nombre lo llena todo, de un rincón a otro del orbe andaluz que tanto necesita de él para sus cosas.
El tiempo, por un sinfín de circunstancias, no había permitido nunca que él, que tanto sabía ya de Ella, siempre en la distancia, que la quería desde la lejanía de sus ciudades, la hubiese visto, sin embargo, desde la proximidad de sus calles, y había imaginado muchas veces cómo sería el momento, llegado el caso. Se veía en esa archiconocida calle de “recogías”, invadido por el ambiente que sólo a Ella le rodea, disfrutando de su palio, de la gente, de la música,…mirando hacia arriba, hacia los balcones repletísimos de vecinos esperándola, y se llenaba de un “algo” especial y que no acertaba a explicar. Pero el hombre propone y Dios…ya se sabe, así que el día que la vio, no se pareció en nada a lo que había imaginado…cuando la Virgen asomó por la calle, su cara lo absorbió, de tal manera, que no había nada más; ni empujones, ni gente, ni música, ni nada…sólo su cara, desde que salió de la “callecita” a la avenida, desde que apareció hasta que se paró a su lado; sólo su cara, sólo su cara,.. y, además, desdibujada por las lágrimas…
La conocía desde siempre, aún sin conocerla, a través del recuerdo que, de su tierra, descansaba sobre la mesita de noche de su padre con forma de rectángulo de plata sobre piel, y su figura grabada en el metal. Luego, mor de sus anhelos cofrades, empezó a verla en todas partes, primero en los vídeos VHS que iba adquiriendo, cuando aún no estaba internet para buscarla cuando quisiese, luego en los artículos de libros, periódicos y revistas que siempre le dedicaban unas palabras. Claro que la conocía, porque… ¿Quién no la conoce? ¿Quién no ha escuchado nunca hablar de Ella? ¿De su barrio? ¿De su noche?...su nombre lo llena todo, de un rincón a otro del orbe andaluz que tanto necesita de él para sus cosas.
El tiempo, por un sinfín de circunstancias, no había permitido nunca que él, que tanto sabía ya de Ella, siempre en la distancia, que la quería desde la lejanía de sus ciudades, la hubiese visto, sin embargo, desde la proximidad de sus calles, y había imaginado muchas veces cómo sería el momento, llegado el caso. Se veía en esa archiconocida calle de “recogías”, invadido por el ambiente que sólo a Ella le rodea, disfrutando de su palio, de la gente, de la música,…mirando hacia arriba, hacia los balcones hasta repletísimos de vecinos esperándola, y se llenaba de un “algo” especial y que no acertaba a explicar. Pero el hombre propone y Dios…ya se sabe, así que el día que la vio, no se pareció en nada a lo que había imaginado…cuando la Virgen asomó por la calle, su cara lo absorbió, de tal manera, que no había nada más; ni empujones, ni gente, ni música, ni nada…sólo su cara, desde que salió de la “callecita” a la avenida, desde que apareció hasta que se paró a su lado; sólo su cara, sólo su cara,.. y, además, desdibujada por las lágrimas…
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