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Él era de ese lugar en que una Virgen sale de una Iglesia en un recinto árabe, y en las que las mujeres acompañan a su Madre vestidas de mantilla. De ese lugar en el que la Maravilla tiene lágrimas sobre las mejillas, y la Esperanza se pone en la calle bajo una torre altiva e imperecedera. Ese lugar en el que los niños son costaleros debajo de otro Niño, Dulce como ellos, al que acompañan con infinidad de campanas cada año, y cuya visión te pega un pellizco en el alma del que no te recuperas fácilmente. Un lugar en el que Cristo muere en la cruz, en silencio, dos veces en la semana, siendo su muerte aclamada como Protección la una, y como todo la otra. En ese lugar se piden tres deseos cuando suena el toque de clarín el Viernes Santo, justo a la hora en que murió Cristo, precediendo otros toques, los de las Chías, que nos llevan a otros tiempos. En donde una Virgen fue y vino de Roma con el arma de su belleza, ganando la batalla de todos los corazones que la vieron, y en donde tres barrios, tienen ellos solos media Semana Santa…él es de la ciudad en la que los crucificados se siluetean sobre el  blanco fondo de una Sierra, y en donde las estrellas escogieron a la más bonita para ser Madre del barrio. La ciudad en la que los Reyes prestaron título a la que baja por la Carrera de un río que dicen dio oro, y hoy sólo inspira poemas. Una ciudad en la que la Virgen tiene tirabuzones morenos que se peina con primor para seguir a su Hijo, el calé, el de la pita y la zambra, el que inspirara la marcha, el mejor Gitano del monte sagrado.

Él es de esa ciudad, pero también de aquella en que un Señor es Sentenciado en la Madrugá, sin plumeros, sin arco, pero en calles medievales. Es también de esa ciudad en la que a la Esperanza la llevan doscientos hombres bajo una filigrana de trono que huele a biznaga, y donde la Paloma es una mujer que no puede ser más bonita. Es de esa otra ciudad en la que todo se hace silencio para el paso de un nazareno, y explota después en júbilo ante el paso de la mismísima Madre de Dios, y de esa otra en la que los ángeles nombran a la Rosa del Cister.

Él es de Chapiz, Bacalao y Rayo, de olivo, azahar y arrayán, de occidente y de oriente, y en todos los lugares está presente en Semana Santa, porque quien tiene un amigo cofrade en otra ciudad, es como si él mismo fuese cofrade de ella…
Fuente fotografía: Diario Sur

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