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Él encontró la Esperanza un mes de diciembre de un año cualquiera, cuando los dolores de parto de su esposa casi se la traen el dieciocho, festividad de Nuestra Señora, pero quiso Ella que naciera al día siguiente llenando desde entonces sus vidas. La Esperanza, días después, vino a ellos, de nuevo, en el color verde de las batas de los médicos que durante tantos días velaron por su pequeña, en aquella unidad donde cada incubadora era una llamada a la vida, a la lucha diaria de enormes (tan pequeños) corazones. Este duro tramo les golpeó sin piedad, cogiéndoles desprevenidos, mermando su ánimo a la par que aumentaba, quién lo iba a pensar, su entereza. Cambios de carácter que salpicaron a familiares que ya no sabían qué hacer, qué decir, y volvían desanimados a sus casas. Gracias a Dios, la Esperanza llegó a verla y ya se quedó con ella hasta el día en que recibió el alta, después de veintiún de pasillos hospitalarios (que a veces son todo menos eso, hospitalarios)
Él siempre la ha tendido como un referente, para todas las cosas de su vida, por eso siempre le da gracias por todo lo que le ha dado. Por eso, también, a ella, a esa niña que le ganó desde que abrió los ojos, que aprende de sus cosas y le hace ser mejor persona a diario; a esa pequeña que corretea por casa y quiere ver al Señor y a la Virgen, le quiere agradecer todo lo que le da sin saberlo, todo lo que obtiene de ella y la fuerza que le da con su “vocecilla”; ella le ha entregado lo mejor que tiene en la vida y, como regalo, quiere darle el amor de su Madre, para que siempre la acompañe donde vaya…
Él no sabe qué puede regalarle
por hacerle feliz todos los días;
si es tanta la luz que ella le envía
que todo sería poco para darle…
por hacerle feliz todos los días;
si es tanta la luz que ella le envía
que todo sería poco para darle…
No sabría jamás cómo pagarle
esa sonrisa eterna, y la alegría
de que le hagan reír las tonterías
que su padre le hace al despertarle.
esa sonrisa eterna, y la alegría
de que le hagan reír las tonterías
que su padre le hace al despertarle.
Su labor será hallar esa manera
de equilibrar para siempre la balanza
y poderle devolver lo que le diera.
de equilibrar para siempre la balanza
y poderle devolver lo que le diera.
Sellar, dándole besos, esa alianza,
que de por vida le quiera y él la quiera,
y que nunca le falte la Esperanza…
que de por vida le quiera y él la quiera,
y que nunca le falte la Esperanza…
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