La espera (40)...

La espera se nos representa de muchas formas, a cada cual la suya, resultando que puede haber tantas como personas estamos en este mundo que, esperando, a veces se desespera.

Puede ser el nerviosismo o la impaciencia ante una meta que cuesta alcanzar, y a la que se dedica tiempo y esfuerzo, mientras sigue alejándose conforme nos acercamos a ella. O la dulce espera de la que, en su vientre, ve crecer al que será fruto del amor y orgullo de sus padres. La espera ante la nota de un examen que no sabes si aprobarás, o la del negativo que revele, poco a poco, la foto que sabes que hiciste, pero no si va a salir. La de los abuelos que esperan que suene el timbre para abrazar a sus nietos, o la del padre que cuenta los días para que su hija vuelva con él el fin de semana que le toca. La del que trabaja fuera, y espera que termine la semana para ver a su familia. La del cocinero que espera, mirando el horno, el resultado de sus horas en la cocina. La del niño que espera su comunión, la de la novia que espera el día de su boda. La del enfermo que espera la cura, y la de la familia que también. La del parado que espera su oportunidad, la del que trabaja horas extra sin cobrar y espera justicia y descanso. La de la mujer que espera quedarse embarazada, la de la adolescente que espera su incipiente amor sentada en un banco del parque. La de la niña que espera a su madre en la puerta del colegio y la de esa otra que espera su peluche y su beso de buenas noches para poder dormir.

Todas la esperas son intensas a partes iguales, porque se desean sin límite, se sufren durante mucho tiempo que, a veces, es tanto que se nos olvida desde cuándo esperamos, pero todas son distintas también porque, como digo, cada uno espera algo diferente y de modo diferente y único.

Además de las "esperas" del día a día, los cofrades aguardamos una más, una que nos llevará, de nuevo, a abrir el libro justo por la página en que lo dejamos el año anterior. Esa espera, nuestra espera, no tiene forma, tiene medida, definida y exacta, limitada y alcanzable, por eso se hace más liviana y se vive con menos incertidumbre, ya que sabemos que llega. Esa espera, nuestra espera, dura cuarenta días...

Feliz espera...


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