11...
En nuestro país, antes llamado España, hay diversas comunidades autónomas a las que la Constitución Española otorga, además de la autonomía, unas lenguas que serán cooficiales ,en sus territorios, al castellano, lengua oficial del Estado español y que todos tenemos el derecho a usar y el deber de conocer.
Dentro del castellano, mor del lugar en el que se resida, existen los acentos, que son esa maravillosa forma de interpretarlo, según sea la provincia en la que nos encontremos y que nos diferencia unas de otras, pudiendo intentar descifrar cual es de cada uno sólo por la forma en que lo hablan los distintos habitantes.
No se sabe muy bien por qué, ni en qué se basan para ello, algunos sectores de nuestra piel de toro se creen más españoles que otros sólo porque, a su entender, el suyo se entiende mejor, atreviéndose a mofarse de otros acentos, principalmente del sur, que, de nuevo a su entender, no se comprenden.
Hay muchas chanzas a costa de nuestro acento, y mucho estereotipo, que coloca siempre al andaluz en la última categoría del escalafón que ellos proponen y disponen, "en el más ínfimo escalón" que diría el malogrado comparsista. Todo eso porque, a su entender de nuevo, el andaluz, por su acento, no puede ocupar otros puestos que el de sirviente del norte, y es curioso cómo los mismos que nos insultan, luego se atiborran de salmorejo cordobés, gamba roja de Garrucha (Almería), jamón de Jabugo (Huelva), ostiones de Cádiz, boquerón frito de Málaga, regado con el oro líquido que es el aceite de oliva de Jaén y, de postre, Pionono de Santa Fe (Granada), regado con una copa de vino dulce Pedro Ximénez, bañándose entretanto en nuestras playas o esquiando en nuestras sierras.
Después todos quieren a Andalucía cuando se trata de venir a la feria de cualquiera de nuestras provincias, o a la Semana Santa, aglomerando nuestras calles, entorpeciendo con su verborrea los momentos silentes, alterando con su ignorante presencia, el discurrir de nuestras más hondas creencias o tradiciones.
En parte, es bueno que nos quieran así, porque tiene que haber de todo en la viña del Señor y porque una lección bien dada a nadie le viene mal nunca, y de lecciones nuestra tierra sabe mucho.
Él se irrita con bastante frecuencia cuando alguien, sea del lugar que sea, malentiende lo que se vive en su ciudad, y en las demás andaluzas, cuando llega la Semana Santa y nuestros Cristos y Vírgenes salen a las calles a catequizar al creyente, pero sobre todo al que no cree en nada, y de vez en cuando tiene que recordarle a los que acuden de fuera a compartir con él las cosas de su ciudad, que como un andaluz quiere a la Virgen, no la quiere nadie. Como un andaluz habla con el Hijo de Dios, no habla nadie. Como reza un andaluz al que habitó entre nosotros, y vuelve a hacerlo cada Semana Santa, no reza nadie. Nadie le canta una saeta como desgarra su alma un cantaor andaluz ante la sin par pena de una Virgen. Nadie le pide llorando mientras le dice guapa.
Nadie como un andaluz para echar un paso a tierra y salvar una ojiva, y por eso mismo, intentan importarlo, aunque se pierde la esencia. Por eso quieren que en sus ciudades haya pasos, y Semana Santa a nuestro estilo, pero olvidan una cosa, que a la postre es fundamental:
Para que un palio levante, para que su andar transmita, para que Cristo nos mire y nos obligue a no pecar, para que nos emocione un izquierdo, o nos saque el aplauso y el piropo un cambio de costero, a los costaleros, nada más fácil, hay que hablarle en andaluz...¡tos por iguá, valientes!...id quedándose con el acento...
Fuente fotografía: Santi Gonzalez
Comentarios
Publicar un comentario