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...Siempre con la cuadrilla. Desde el primer golpe de martillo, desde las primeras voces del capataz, desde el primer racheo sobre el mármol de la iglesia, va viendo cómo se suceden los rituales que realizan sus hermanos bajo los pasos, o auxiliando a éstos desde fuera.

Observa cómo van llegando, en solitario unos, en tropel otros, risas, abrazos,...cómo se paran delante de sus titulares, se santiguan y les rezan. Unos en silencio, lágrimas y vínculo de años. Otros con la cara de sorpresa ante la belleza de los pasos, vistos desde los ojos que se estrenan, entregándose sin más a la primera vez.

Alguno se mete debajo mucho antes que el resto. Siempre es el mismo, saluda a la Virgen y espera dentro, buscando la conexión con lo que lleva y que le atrapa con un fuerte lazo de cosas vividas. Otros se van haciendo la ropa, se fajan, se remangan los pantalones. Orgullosos protagonistas del drama, responsables del dulce movimiento de nuestros pasos en la calle.

Sigue observando. La hermandad ha empezado a salir. Ordenadas filas de nazarenos preceden el momento en el que el palermo anuncia que los ciriales se han levantado y todo va a empezar a ser...

Revuelo, prisas, y el temple de la mano del capataz que choca frontalmente con el nerviosismo que siente mientras ve que alguien se acerca y le dejan coger el martillo para llamar al paso. Más lágrimas, más emoción, sus nervios se desatan y se irán calmando progresivamente a medida que avance la tarde y discurra el desfile procesional.

¡Cuántas "levantás"! ¡cuántas "revirás"!...los momentos clave del recorrido, las marchas preparadas, "chicotás" improvisadas porque algo ha sucedido antes, o puede que durante, el recorrido; alguien que está cerca, algo que ha visto el capataz y que le hace llamar al paso para que su gesto, por ese motivo, lleve consuelo a alguna familia y por el que, otra vez, su gente entrega el alma. Relevos, voces, órdenes, alguien que le empuja, sin querer, otro que le pisa, muchos que le dan la mano, los capataces que le sonríen, le guiñan, complicidad del mismo sitio a la misma hora. Todo eso se vive de forma única estando cerca del paso, viviendo el paso, sintiendo el paso, disfrutando del paso, de todo lo que lo rodea, y escuchando todo lo que desata...

Al final, después de haber sentido como suyo el último esfuerzo costalero recogiendo el paso, cuando haya dejado de ser lo que hace nada empezaba a serlo, muchos volverán a saludarlo y tendrá que despedirse, no sin resignación, abandonando el lugar que ha ocupado hasta el año que viene, si Ellos quieren, en que vuelva de nuevo, siempre con la cuadrilla, a vivir lo que sólo vive el que sostiene, privilegio de años de antigüedad, la manigueta...


Fuente fotografía: cofrades.sevilla.abc.es



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