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Hay tantos como cofradías, a veces más, si éstas tienen más de un titular, y suelen producirse por razones extraordinarias, en efemérides únicas e irrepetibles, que por su unicidad datan a estos actos de un carácter histórico, dada la dificultad de que vuelvan a repetirse alguna vez, y que hacen que los priostes se afanen en buscar herencias perdidas, o puede que sólo conservadas para darle el esplendor merecido. Habrá quien piense de manera diferente, pero la historia y cómo se concibe una imagen en el momento de ser realizada, a veces es lo único necesario para dar realce a estos actos.
Otra veces, las que nos suelen ocupar a los cofrades, ocurren en las jornadas previas a la Semana Santa, ora tras los cultos cuaresmales, ora en los días inmediatamente anteriores a la salida procesional, por lo que nos sirven de palpable indicador para cogerle el pulso a la fiesta, y constatar que el tiempo pasa, que la espera se agota y la dicha comienza. Es posible que tengan carácter semanal, los menos, o mensual, repitiéndose el mismo día de cada mes del año, y algunos sólo se producen cuando la hermandad lo cree oportuno, quizás por una restauración o, porque al ser una copia la procesionable, el original se expone a los fieles en contadas ocasiones aunque si bien estos podrían ser englobados dentro del primer grupo, no necesariamente es así.
Todos tienen en común la solemnidad, la Imagen en el centro de la iglesia, o a los pies de su capilla, flanqueada por faroles de escolta, ciriales o simplemente cirios, y custodiada por los hermanos que la preservan de cualquier percance. Incienso, semioscuridad, música sacra o procesional, oración y respeto, mucho respeto, ante esa Imagen que se presenta a nuestra contemplación.
Hay otros,...claro, pero ésos no son para todos los públicos. Son otros especiales, que la hermandad celebra dentro de su culto interno, sólo para hermanos o fieles, por ejemplo, justo antes de preparar al Cristo para el acto, viviéndose momento muy íntimos y cercanos con el Señor. Y luego están los costaleros. Ésos que sólo son para ellos por producirse justo cuando se sale a la calle y que, a buen seguro, nadie aprecia desde fuera, siendo, además, no para toda la cuadrilla, sino para esos privilegiados que igualan en las trabajaderas del cajillo (soporte sobre el que se ancla la cruz, y que permite hundir al Crucificado en el paso para las maniobras de salida y entrada). Ese momento en el que Cristo baja hacia su cuadrilla y sus benditos pies quedan sólo al alcance de los suyos. Las manos de los hombres de abajo se estiran para que sus dedos rocen la talla que van a pasear, pero sólo los del cajillo podrán acercar los labios y depositar un beso en el que irá toda su gente, justo antes de que vuelva a izarse para que la ciudad lo venere en todo su esplendor y magnificencia.
Son únicos, distintos, especiales, emocionantes...besapiés, ¿o besaalmas?...
Fuente fotografía: Er Tirillas con T de Triana
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