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Ante la atenta mirada de sus padres, más tranquilos éstos porque saben que están seguros y controlados, los niños juegan unos con otros, corriendo de aquí para allá y escondiéndose para que no sea fácil encontrarlos. Se conocen desde niños, sus padres son amigos desde hace mucho tiempo y, en algunos casos, quizá también lo fueron sus abuelos, por lo que van creciendo como si fueran sus primos, o hermanos, y como familia se tratan y se quieren.

Su madre (que tiene el Cielo ganado) tiene que levantarse cada dos por tres para acompañar a su hija al baño, ya que ésta no permite que la acompañe su padre, y éste vigila mientras tanto a la pequeña, que está corriendo como una loca y no se da cuenta de que hay esquinas que tienen su misma altura y pueden jugarle, casi lo hacen de hecho, una mala pasada.

La conversación entre los padres da para mucho, pues son muchas las cosas que tienen que contarse, y se va alargando en el tiempo, cosa que los niños agradecen muy mucho, ya que eso les permite jugar más rato. 

Sin molestar a la gente, los pequeños, aunque alguno no lo son ya tanto, se van disponiendo, casi sin darse cuenta, repartidos por edades y afinidades, poniéndose los cimientos de lo que, seguro será, una profunda amistad, exactamente igual que la de sus padres y, en algunos casos, la de sus abuelos.

Jugando y jugando, se pasa el tiempo y casi no son conscientes de que los llaman para comer algo, que su cena favorita está sobre la mesa y que puede enfriarse. La improvisada mesa permite apoyar, apenas, una lata de refresco y un trozo de pizza que a veces son el mejor manjar, puesto que a ellos les sabe a amistad, a estar juntos, a muchas risas y a una vida sin problemas ni responsabilidades, tan grande es la suerte de haber nacido en las familias que lo han hecho.

Unas horas más les quedan de juego, tras las cuales los niños van formando, tropa de sonrisas, churretes, medias rotas y pelo despeinado, para marcharse a casa, aunque como en casa se encuentran, porque es tarde y "deben" estar cansados. Obviamente, los llantos y reproches se suceden, se producen las negociaciones padres-hijos tan típicas en estos momentos y, a regañadientes, acceden a ponerse el abrigo, no sin antes retrasarlo todo un poco por tener que ir a buscar el lazo de una de ellas que se ha extraviado jugando al escondite. El recorrido por los lugares donde se ha desarrollado la "batalla" les acaba llevando al punto exacto dónde se dejó caer el lazo, fíjate qué cosas, justo debajo del paso del Señor...

Familia, amigos, complicidad, cena improvisada, risas, cariño...Cuaresma, y juegos de niños...


Fuente fotografía: https://elisaimellado.files.wordpress.com/2018/02/img_0937.jpg

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