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Se acaba de parar el tiempo. Como en una vieja cinta de vídeo VHS, se han rebobinado los años, dejando en la pantalla, entre las líneas propias de estos antiguos aparatos, atisbos breves de todo lo que ha ido pasando en su vida hasta que la imagen se vuelve nítida y el sonido le llega alto y claro...está allí otra vez, eso es innegable.

Se ve entrando por la puerta de la iglesia que, al estar en obras, acoge entre fríos andamios los pasos procesionales, de los que ya sólo queda el Crucificado y el manto de la Virgen. Colores de bambalinas que han dado paso a otros, un palio remodelado, una nueva imagen de María y un paso de Cristo sin hachones y en pan de oro.

El cortejo salía de un edificio adyacente a la puerta de la iglesia y, al verse ahí de nuevo, sus dieciocho años le saludan desde la osadía exultante de la juventud. Ropas puestas como se podía, porque pocos sabían cómo hacerlo; unos aprendices de todo, aunque algunos ya fuesen maestros, le recibieron con los brazos abiertos dándole su sitio bajo el palio, el cual ha conocido tantas vicisitudes como flor han puesto en sus jarras. Su medalla, brillante por lo nueva, sus sentidos queriéndose empapar de todo, de ese nueva vida a la que acababa de nacer y que tanto tenía para enseñar, y una cuarta trabajadera donde ya venían prestando servicio algunos costaleros que hoy son ilustres y que nos llaman hoy día desde la ausencia, o desde ese punto exacto de la calle en los que cada año, para ellos, se detiene su palio.

Bares que ya no existen fueron testigos de los primeros relevos, su novia, recién estrenada, de la mano, una bolsa de caramelos, y las fuerzas intactas para suplir la experiencia, ésa misma a la que hoy se agarra cuando las otras no llegan.

Un paso diferente, una forma de llevarlo diferente, una cuadrilla diferente, que pusieron los cimientos de todo lo que ahora hay, y que vuelven al atril del agradecimiento para pregonar su orgullo por haber trabajado en los inicios con tanta gente buena, cada vez que se coloca el costal.

Alguien le llama la atención...hay que meterse en el paso. Su piel más arrugada, una barriga más que incipiente pugna por salir por encima de la faja, sus hechuras de costalero antiguo, las fuerzas más que justas, la palabra más experimentada, los jóvenes mirándolo,...le hacen comprender que, aunque parezca lo mismo, lo mismo no es...y ya han pasado veinticinco Semanas Santas.


Fuente Fotografía: hermandaddepasion.org

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