el palio del Dulce Nombre
Inicio una nueva sección en el blog, en los que tendrán cabida las cosas que escribí en mi desaparecido Facebook, y que no colgué en esta ventana durante la inactividad de la que ha sido objeto durante un tiempo demasiado prolongado. La quiero inaugurar de la misma manera que se inaugura, en mi barrio, la Semana Santa, para que tengáis opción de leerlo los que, en su día, no pudisteis, y que escribí para la Virgen del Dulce Nombre, que estrenaba oraciones por las calles de Granada la Semana Santa de dos mil diecinueve. Ahí os lo dejo:
"Mi barrio tiene cosas de solera, aunque no tiene el nombre de otros nombres. Sus calles no son empedradas y nunca se han asomado por él los dirigentes de otros países, puede que ni del nuestro, tan insignificante es, a ojos de la fama de la ciudad, el nomenclátor de sus esquinas.
Mi barrio fue en su origen un ordenado conjunto de casas unifamiliares en las que los vecinos eran amigos a la fuerza y los coches no ensuciaban sus calles con su ensordecedor discurrir, antes al contrario, era un barrio tranquilo, al que el sol accedía a través de los jardines de las casas, escaleras de piedra en la puerta de las mismas, ventanas enrejadas con “persianillas” de lamas de madera y pintores, y reyes de la Alhambra para nombrar sus calles.
Hoy de ese barrio apenas queda el nombre, pero sus calles son las mismas, que dejaron de llorar su pena ignorada un Martes Santo de célebre recuerdo en el que, al fin, su asfalto lo pisaron nazarenos. Hileras blancas y espigadas, mirada al frente y el Señor Despojado reflejado en los escaparates de las tiendas de sus vecinos. Balcones de abuelas haciendo de estrenados miradores desde los que se divisaba, perfecta e impasible, la blanca marea con la cruz de san Esteban al pecho…Y aún así, mi barrio ha seguido estando huérfano, algo le ha faltado siempre, alguien ha quedado llorando en san Emilio amparada sólo por la presencia de san Juan, alguien que anhelaba ir con su Hijo cada Domingo de Ramos. Mi barrio lo necesitaba, la necesitaba, como se necesitan las cosas que no se tienen, como el abrazo del que queda en la distancia, y los besos de los que nunca volverán.
Mi barrio soñaba, con que llegara el momento en el que la estampa fuera completa y el Señor de Fígares no tuviese que ir sólo nunca más. Al final, las cosas que tardan, por bien hechas, no parece que han tardado, y poco a poco el sueño se ha ido haciendo realidad, tomando las hechuras y las formas de un paso de palio con medidas de Amargura, para albergar en él a la más bonita de las mujeres de Fígares…”dulce me sabe tu nombre si lo pronuncian mis labios”, que dice la sevillana, y que se me ha venido a la mente ahora que, ya sí, Ella saldrá a la calle sobre las cervices de mis amigos, bajo el cielo del barrio Fígares, que desde este año será siempre, el palio del Dulce Nombre"…
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