Día de la Cruz...

Ayer recibí muchos mensajes de WhatsApp, de amigos y familiares, en los que me fueron mostrando las cruces que, en este atípico año, han hecho en su casa con motivo de esta festividad tan nuestra en la que, a causa del confinamiento, no hemos podido disfrutar lo deseado del ambiente de este tradicional día.

Han tirado de ingenio, de material de reciclado, de flores de colores hechas con cartulina, de vasos de plástico pintados con pintura, utensilios de casa, e incluso de croché, para engalanar sus casas y compartir con sus amigos y vecinos sus creaciones, y así sentirse más arropados y menos tristes.

Haciéndole fotos a mi hija, vestida de gitana, en la Cruz que hemos confeccionado en casa, y degustando la salaílla con habas que mi mujer dijo que me comí enteras, me ví en un antiguo solar del Camino de Ronda, que hoy ocupa una parte de la Plaza de Einstein, posando con mis hermanos vestido de corto, mientras saboreaba, con la edad que mi hija tiene ahora, una salaílla.

Me vi en el balcón de mi abuela, contemplando cómo los mayores disfrutaban de la Cruz que los vecinos de la calle Mulhacén, cortada al efecto, montaban para celebrar la fiesta, y en la que todos colaboraban con enseres o, bajando unos metros por Alhamar, en lo que ahora es una plazoletilla con bancos y árboles, pubs en la esquina y tienda de pinturas, y que antaño era una calle en la que aparcaban los coches de la época (Seat 850, 127 ó 600, Renault 8,citroên 2CV...), viendo a mis hermanas bailar sevillanas con una preciosa y jovencísima tita Cristi. 

Después. paseos con los amigos viendo las del Albaicín, Plaza Larga, El Salvador, o bebiendo mis prineros rebujitos en la Glorieta de Arabial, Campo del Príncipe y Plaza de Derecho o, ya empezada la adolescencia, colaborando con las de mis hermandades, Humilladero, Plaza de Neptuno, o Teatro del Colegio los escolapios, casa de hermandad antigua, la de san Agustín.

Recuerdo que al día siguiente sólo se iba a clase a partir de las doce, y en la Plaza de Gracia nos encontrábamos los alumnos del Seminario menor con los restos de una noche de cervezas y copas, mucha gente y fiesta hasta altas horas de la madrugada, como también quedaría en el patio del colegio de mis hermanas, Regina Mundi, aunque de otra forma diferente.

Me vi asistiendo, ya con mi novia hoy mujer, al declive de la fiesta, a la masificación de personas ajenas a Granada y, por tanto, no versadas en sus usos y costumbres que, con su mala interpretación, llenaron mi ciudad de beodos tambaleantes que venían en autobús por la mañana y se iban en el mismo por la noche, y que dieron lugar a que el ayuntamiento cerrara sus puertas y suspendiera las cruces, prohibiendo las barras en calles y plazas.

Por suerte, Albolote mantiene intacto el sabor de esas Cruces, y su gente cuida la fiesta, llenando de ambiente granadino su espacio urbano, llegando los vecinos a cortar calles, como antes aquí, para montar entre todos su cruz y disfrutar entre todos, en la misma puerta de sus casas, y eso se nota incluso cuando en esta terrible ausencia de todo que estamos viviendo, no se ha podido encerrar nuestras ganas de fiesta, por lo que aunque nosotros nos quedáramos en casa, las cruces salieron a nuestras puertas...

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