Esperanza malagueña...

Al final de la Alameda
ya todo anuncia tu nombre.
No existe quien no se asombre
ni quien prendado no queda 
cuando el viento, a la arboleda,
Con sus mil verdes matices 
le marca las directrices 
para guiar nuestros pasos,
las dudas, los porsiacasos, 
al fin que los organice.

Desde tu trono, o altar,
nos llamas a contemplarte
convirtiendo en baluarte
tu dolor y tu pesar
y, aunque te vemos llorar,
salpicada de rubores
más queremos que Tú llores,
pues en tu llanto encontramos
todo el bien que precisamos
en un rosario de amores.

Para Ti se duerme el día
entregándose a la noche
convirtiéndose en derroche
de feliz algarabía.
Cuando pasas, Madre Mía,
por las calles del Perchel
convertido en anaquel, 
Tú los piropos sucedes,
quiere el barrio que te quedes
y se hace timonel

del bajel en que paseas
para asegurar tu vuelta;
por eso, en cada revuelta
del barrio que piropea
bulle por las azoteas
sin esperar que se acabe 
un rumor que todos saben:
la Más Guapa está en la calle,
no le falta ni un detalle
ni más belleza le cabe.

Regresarás a tu casa,
final de la madrugada,
Málaga queda embriagada
de una fe que todo arrasa.
Tu palabra no se pasa
contigo, si te recoges,
bajo el manto nos acoges,
el mensaje de Esperanza
desde tu trono se lanza
y tu ciudad lo recoge.

Tu presente es el futuro
que llevarán a su hogar
los que te han visto pasar
sin olvidarlo seguro.
El último claroscuro
de tu mirada rendida
llegando la amanecida,
es el aliento preciso
que recibe de improviso
el que te tiene en su vida.

Aquel que vive a lo lejos,
llega a Ti sin darse cuenta
desatando su tormenta
tu cara en un azulejo,
tu salero y tu gracejo,
esa mirada que ensueña,
tu perfección davideña,
son tu mejor embajada.
Reina de la madrugada,
mi Esperanza...malagueña.


Fuente fotografía: Julio Bravo

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