Nos salvarás de la peste...


Te encuentro en los Abriles subiendo por mi calle,
las nubes del incienso me enturbian la mirada
cuando doblo la esquina y tus puertas se abren
esperando a tu tierra, Granada agradecida,
desgranándose en orden ante tu augusta presencia.

Te encuentro porque busco esa palabra tuya
que convierte los males en banales monsergas,
y que lo que ayer restaba energía a nuestra vida
sea sólo un humo blanco que, lento, se pierde
entre las mismas calles que tu imagen acogen.

Dime Dios enclavado, Señor de las historias
que me contaban, de niño, ante la puerta cerrada.
"aquí hay un Cristo Antiguo...", mi madre decía,
que pudo con la peste en días infortunados
cuando Granada entera dormía agonizante
un sueño horroroso de cruces sin clavos,
dibujadas con cal en las casas de entonces, 
si Tú escuchas ahora a los que no podemos
postrarnos de rodillas ante tu planta señera
por estar prisioneros sin reja y sin llave,
como escuchaste a aquellos que gritaban perdones
cuando sólo había barro, y muerte, en tus barrios.

Esta peste de ahora, Señor de la historia,
que nos llega lo mismo pero siglos más tarde,
nos ha dejado en deuda con tu rostro sangrante,
esperando que salgas cuando llegue ese Octubre
que le diga a tu tierra, otra vez, que Tú eres
el que protege a todos, y el que todo lo puede.
Señor de la llaga más honda y más fría,
Señor de la muerte anunciada en un grito
que ahogas, empero, por respeto a tu Padre.
Hoy te digo que sigo esperando tu mano,
que sigo buscando a oscuras, tu muerte,
que sigo sintiendo la pena que aflige
a esa Mujer tan bella de mirada tan dulce.
Hoy te digo que sé que tu ayuda no cobra
impuestos por salvarnos, otra vez, de la muerte,
y espero ese Octubre, que será como un Lunes,
o como aquel XVII de los libros escritos,
en que otra vez, Protector, nos salvarás de la peste.
  

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