sin salir de casa...
El estado de confinamiento se lleva prolongado casi dos meses, que se cumplirán mañana, en los que no hemos podido salir de casa absolutamente para nada, teniendo que hacer de maestros de todas las ramas del conocimiento para que nuestros hijos pequeños no pierdan el hilo del colegio, sin pisarlo, y sigan aprendiendo lo que puedan, es decir, lo que sus padres podamos aportarles en la medida de nuestras capacidades, e intentando ocupar el tiempo en todo aquello que fuera surgiendo que, al principio se cogía con muchas ganas, pero que convertido en rutina, pues ya va sirviendo para poco.
Hemos aplaudido, hemos intentado hacer ejercicio en casa, actividades con los peques, hemos escrito un diario que tiene 56 entradas, una por cada día que en el que hemos plasmado lo que nos estaba pasando, hemos escrito cinco cosas positivas que nos han pasado en el día, hemos hecho una foto cada día, etc; todo ello para hacer que los días fuesen distintos, pero la verdad es que han sido, están siendo y lo seguirán por mucho tiempo, iguales.
En todo este tiempo que he pasado hasta el día dos de mayo que volví a salir a correr, o que mi hija pudo salir a darse un paseo, de una hora y hasta un kilómetro de casa como máximo, he visto pasar todas las horas del día, una detrás de otra, sin saber cómo entretener a mi hija y, una de las cosas que nos han salvado las tardes, han sido los juegos de mesa, muchos y variados, que nos ha permitido poder pasar un rato en familia, sin pensar en todo esto que nos está pasando. Jugando a uno de ellos, que nos encanta, y que nos ha prestado mi cuñada, me dio por pensar en lo que hacíamos antes, con mayor o menor asiduidad también en función de nuestras capacidades, como la docencia, y que ahora nos va a costar recuperar que es eso de viajar. En el tablero de juego, las ciudades conectadas por recorridos que han de ser ocupados con vagones de tren, me ha llevado a los lugares que hemos visitado, a las personar que nos los descubrieron, nos acompañaron a ellos, o nos los recomendaron, y me ha hecho aguantar alguna lágrima al aceptar, no sin resignación, que si no va a ser tan fácil que recuperemos nuestra normalidad, si no puedo recorrer en coche los ocho kilómetros que separan mi casa de la de mis padres, imagina lo que va a ser coger un avión, un tren, o tu coche para ir a la playa, por ejemplo.
Jugando con mi hija, le he contado lo que comí en tal ciudad, lo que hice en mi viaje de novios, o en el congreso al que acompañé a su madre, incluso la vez que saqué un palio, mi palio, en las calles de Roma, y le he prometido que en cuanto que esto termine, y cuadremos algunas cosas, nos vamos a ir de viaje los tres, para que ella coja un avión, o un tren y, mientras tanto, seguiremos esperando que esto amaine, que la gente se vaya curando, y viajando de una ciudad a otra sin salir de casa...
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