Genios...
No es preciso entrar en una cueva y sacar una lámpara, frotarla tres veces y esperar que salga a concederte tres deseos. Están ahí, nacen y mueren como nosotros, pero al margen nuestro, en el reservado de la vida a la que sólo se entra con pase VIP, y que en realidad es un pase VIG (very important genius), por eso sabemos donde están, y acudimos ahí, a nuestro lado, al del vulgo, para disfrutar de lo que ellos hacen y callar, a veces es de la única manera en que lo hacemos, nuestros puntos de vista no pedidos, para que "nuestro silencio nos deje ser libres".
Los genios son inconformistas, inescrutables, impredecibles, incalificables. Están más allá del bien y del mal, porque el bien y el mal que ellos conocen son los que predican, a los que les dedican su vida, sus creaciones, y los llevan hasta los extremos finales, muriendo por ese bien y ese mal, entrando con ellos en el Olimpo de los genios, mirando por encima a Lares y Penates, mientras nosotros sólo podemos aplaudir con la boca abierta y disfrutar, lo vuelvo a decir, de lo que producen y maquinan en esas pequeñas cajas fuertes que son sus privilegiados cerebros.
Lo entendemos tarde, crecemos con ellos, con lo que ellos escriben, componen, cantan, pintan o esculpen, intentando sacarle a toda su obra un significado que se adecúe a nuestra forma de pensar, justificando así que lo que ellos hacen está en consonancia con nosotros, hilo directo con nuestros pensamientos y nuestras creencias, pero ellos, además de lo que he dicho anteriormente, son injustificables, y el día que comprendamos que los genios están por encima, por ejemplo, y también, de las ideologías, comprenderemos que así todo es más fácil y, lo que es mejor, disfrutaremos de su arte sin ataduras, ya que el arte no cree en nada, más que en sí mismo, y su fin es el que el autor le quiere dar, más allá de los colores de sus chaquetas.
Lo digo como lo pienso, porque me he perdido, ya no, gracias a Dios, muchas cosas buenas porque sus autores no me pegaban, como si el arte pegue, o se lleve, como una moda o una estética, y sé que hay mucha gente que se lo está perdiendo porque el autor de algo que le atrae es gay, lesbiana o rojo. La estupidez más grande es anteponer la ideología, o la fe, a la esencia de lo bello, que es bello per sé, sin adjetivos ni ataduras, y cuando entiendes eso, cuando te dejas llevar por una música, una letra o un cuadro, comprendes que no hay enemigos, salvo que se quiera camuflar de arte la falta de respeto, que eso es harina de otro costal y no es a lo que me refiero.
Los genios, generalmente, son agnósticos, ateos, y puede que algunos sean de izquierdas, pero yo hace tiempo que dejé de bañarme en el mar del fanatismo, y empecé a comprender, gracias a algunos que me abrieron los ojos, melenudos o tatuados, que el hábito no hace al monje, y que para disfrutar de un bombón hay que quitarle el envoltorio. Por eso llevo un tiempo buscando otros horizontes, abriendo otros libros, escuchando otros mensajes, y disfrutando de todo lo que me aportan los genios, ya sea disfrutando del presente si están vivos, como de su legado si no, y os puedo asegurar que enriquece...
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