Vuelta al cole
Me siento en mi sillón, confidente de todo lo que callo, y escucho de fondo las noticias que, en la tele, mi mujer ha dejado puestas empezando a sumergirme en el mar de noticias bombardeadas y monotemáticas que, desde diciembre del año pasado, nos llegan a todos. Noticias desoladoras, la mayoría de las veces, acerca de nuevos contagios, de nuevas muertes y nuevos confinamientos, de repetidas irresponsabilidades y muchas imágenes del virus que ha mermado población y ánimos.
Desayuno a diario con peleas de nuestros mandatarios estrafalarios, de nuevas tramas de corrupción de pasados y presentes, y me pongo las manos en la cabeza al ver cómo nosotros, de a pie, sin un duro, nos peleamos por ver quién de ellos es el más honrado, sin entender que el más honrado murió en la Cruz, y nuestra cruz es ahora soportar gobernantes.
Mi hija, duerme en la habitación contigua ajena a todo lo que puede, porque tiene miedo y va al colegio con mascarilla, sin abrazar a sus amigos y sin poder compartir sus lápices, mientras su infancia asimila que ha perdido una parte de dos meses, y lo que queda, entre los muros de una casa que se le queda pequeña. Sus juegos se han suspendido, sus risas están prisioneras de la tela que le tapa la boca, y me pregunta sin que pueda responderle cuando acabará todo y si van a venir los reyes.
El verano se ha ido sin vacaciones para casi nadie, salvo los que no se las merecen, que se fueron en agosto, verdes, morados, rojos y azules, a poner coloradas sus caras al sol de la playa, dejando el país sin norte ni rumbo, mientras nosotros quedábamos con la incertidumbre de lo que habría de venir en septiembre, un sinfín de dudas acerca de la estabilidad y salud de nuestros hijos y que, desde su solaz veraniego, nuestros políticos desoían, en parte porque los suyos van a colegios privados en lo que todo, aunque no debiera, es muy distinto.
Ayer mi hija, como tantos niños, volvió al cole a aprender, a ver a sus amigos y a intentar vivir, a disfrutar de su infancia y de su nueva rutina, mientras yo quedaba, como siempre, llorando por ver cómo crece, y hoy ya estoy esperando a que se levante para llevarla de nuevo y asimilar, cogiendo su mano mientras ella quiera de camino a clase, que pase lo que pase, sólo nosotros podemos hacer que ésta sea para ella, una nueva feliz vuelta al cole...
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