Excalibur
El acero acierta siempre a hundirse en nuestra carne,
por más vanos intentos que hagamos de evitarlo,
y la sangre coagula, formando una costra
que, pensamos, es nueva, pero nada más lejos.
El cuerpo es esa piedra en la que duerme la espada
esperando al Arturo que venga y nos la saque.
Ese Arturo es incierto, apenas si lo vemos,
aunque duerma muy cerca, y respire aquí al lado,
permanece en las sombras de una mente que huye.
La vida es esa Excalibur que nos corta los vasos,
que secciona los músculos y parte la ilusión,
es la misma que sigue, desde que éramos niños,
horadando el profundo solar de esta alma
esperando al Arturo que venga y la cure
al sacarnos la espada que, sin duelo, nos clava.
Cuando el sol, y este tiempo que dicen que sana,
deje seca la herida que, mis años, manó,
espero que pueda mirarle a la cara,
dar las gracias, al menos, por la noble tarea
de dejarme de nuevo, sin pena o dolor.
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