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Un colegio que enseña religión y maneras,

compañeros que juegan, en dibujo, a los pasos.
Tertulias se improvisan en una clase que es rara,
laboratorio de química con azulejo y lavabos.

En el formato, intacto, se dibujan los trazos
con un punto de fuga al que acuden las líneas.
Van surgiendo, sin prisa, los faldones, los zancos,
y se mece la túnica al vaivén de las andas.

Un colegio que educa y amigos que crecen
estrenando costales, chicotás y dibujos
que hoy asoman, curiosos, al balcón de la mente
donde siguen estando los que fueron, y fuímos.
 

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