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El alba, al final despunta
y, tras la noche presunta,
de cielo claro y estrellas,
desconfiando de aquella
sus temores se arrejuntan.
Corre, vuela, hacia el salón
desde su cuarto al balcón
por ver si el sol ha salido
acelerando latidos
su cofrade corazón.

Comprueba que el astro Rey
ha impuesto, arriba, su ley
y él repasa con esmero
todo su altar costalero
distintivo de su grey.
Se coloca la chaqueta,
la corbata se reaprieta,
pone el pin en la solapa,
con la colonia se empapa
y sale a la plazoleta.

Siente que el sol le ametralla
mientras cuelga la medalla
sobre su nueva camisa.
En la penumbra divisa,
la forma de la rocalla.
Antes cruzó Mulhacén,
para rezarle también
a ese Jesús Despojado
que, en breve, será aclamado
Entrando en Jerusalén.

En la iglesia del Sagrario
un trasiego extraordinario
por ver a la Encarnación,
son momentos de oración
y abrazos protocolarios.
Paz, Victoria y Maravillas,
las tres salen de rodillas
aunque la gente se asombre.
La Virgen del Dulce Nombre,
miel, pestiños y rosquillas.

Tallara José de Mora
a Ése que marca la hora
de san Pedro y su Sentencia,
él necesita clemencia
y el Señor no la demora.
¡Una cerveza y nos vamos!
daos prisa o no llegamos,
la Cena, de recogía,
va por Jesús y María
que hoy: ¡es Domingo de Ramos!

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