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"Barrio, barrio,
que tenés el alma inquieta
de un gorrión sentimental"...
...Cantaba Gardel para poner en las estrofas de ese tango todo el amor que sentía hacia su barrio a fin de que, como él pero sin saberlo todavía, se volviera universal.
En una ciudad hay barrios, como éste de Gardel, universales en efecto, bien porque sus enclaves los hagan únicos, bien por la historia que guardan sus calles, pero no todos los barrios son así, aunque en todos haya un universo tópico y costumbrista que los defina y les aporte unicidad y los engrandezca.
Su barrio limita al Sur con la vega, o lo que queda de ella. Al Norte con la Patrona, al Este con el río y, al Oeste, con la carrera oficial. En sus casas unifamiliares y adosadas, el sol pega en la escalera de entrada, por lo que ésta es el centro de operaciones de la chiquillería del barrio, que coge morera para los gusanos en los árboles de sus calles y cuyos nombres resuenan, como constante pregón, desde los balcones de las casas hasta el resto del barrio.
Es un barrio humilde, de familias trabajadoras y olor a guiso de abuela, con persiana de madera que quitan el sol de la fachada y jardincillos con jazmines. No ocupa mucho espacio en el planteamiento urbanístico de la ciudad, pero sus callecitas se hacen avenidas por las que hierve su gente el día grande de Semana Santa.
La devoción de barrio vive casi extramuros del mismo, allá donde el río le dice al visitante que se va a salir, o se ha salido más bien, de sus límites, y en cuya pequeña iglesia estuvo sólo, durante muchos años, antes de salir a la calle a mostrar su inmenso poder y su soberana clemencia. Él recuerda que, el primer día que salió en procesión, desde el colegio de su barrio, el Señor pasó, enseguida, de ser conocido sólo en sus dominios, a que le viese toda la ciudad y, obviamente, quedara cautivada por Él.
Muchos años han pasado desde entonces, muchos costaleros han ido formando, a lo largo de los mismos, la gran cuadrilla que hoy es la que porta al Cristo, a los sones de una banda de hermanos, sancta sanctorum de la musicalidad cofrade de su barrio. De esos costaleros, muchos de los que fueron eran sus amigos, y muchos de los que ahora están lo son también, llegando él mismo, incluso, a sacar al Señor alguna vez, haciendo sus pinitos en un paso de misterio "de categoría" como gusta llamarlos a los cofrades.
Muchos años bajo sus andas. El paso se fue completando en figuras y ornamentación, convirtiéndose en un referente y en una cita obligada el día que se pone en la calle y, sus costaleros, orgullosos y entregados, protagonistas de la salida y el encierro, y responsables de su custodia y protección durante el recorrido.
Hoy es un día especial. Los balcones están más expectantes, dando cabida a más familias para verlo y, en el ambiente, se escucha un murmullo de boca en boca, que transmite que hoy no es un día más debajo de las andas del Señor, podríamos decir, que es un día menos...
El paso avanza por la calle, muy próximo a su encierro, y la cuadrilla lo retiene, como siempre, y el momento también, llevándolo "al milímetro", sin avanzar casi, porque no quieren que llegue el relevo. Debajo, las voces de los antiguos se entrecortan, tragan saliva para que pase la emoción, y se cogen las manos sobre la trabajadera, lanzando ¡vivas! al que va arriba y entregando, como Él, su espíritu y último aliento.
La banda parece hacerse eco de lo que se está viviendo debajo y entona la marcha del Señor, ésa que marca todos los momentos trascendentales de esta hermandad en la calle, mientras el paso avanza inexorable a su final y la cuadrilla no puede más, y rompe a llorar...¡el Señor está en su barrio!. El relevo antes de entrar en la casa de hermandad se produce y, los costaleros que esperan fuera han empezado a aplaudir a los que salen de debajo, hechos un mar de lágrimas y abrazándose mientras saludan a su Cristo, al que han servido tantos años. El público observa la escena como si de algo normal se tratase, pero nada más lejos de la realidad, un final que no, por lo esperado, duele menos. En la iglesia, mirándolo todo y emocionada también, espera la Virgen, que sabe que todos esos hombres rudos serán sus pies el próximo año cuando tome posesión del barrio, aunque ahora lloran por tener que dejar a su Hijo...
"Viejo barrio
perdoná si al evocarte
se me pianta un lagrimón,
que al rodar en tu empedrao
es un beso prolongao
que te da mi corazón".
perdoná si al evocarte
se me pianta un lagrimón,
que al rodar en tu empedrao
es un beso prolongao
que te da mi corazón".
Fuente fotografía: Jesús Churrete
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