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Los cofrades son así, quedan cualquier día del año para hablar de otra cosa, y siempre acaban olvidando el tema que los ha citado para hablar de cofradías, contándose las últimas novedades (que para eso indagan todos los días en internet) o tirando del nutrido archivo de anécdotas y chascarrillos para volver a reírse, a mandíbula batiente, aunque sea siempre de lo mismo, como dicen sus mujeres. 

¡Ay!, las mujeres...si a un cofrade, sea de la ciudad que sea, al llegar a casa después de una reunión, charla, cabildo, igualá, ensayo...no le ha preguntado su mujer..."¿Hasta ahora ha durado la reunión, charla, cabildo, igualá, ensayo?, se le podría aplicar eso del cuarteto de carnaval, pero en versión cofradiera, y decirle: "¡Tú no eres cofrade!.

Los cofrades, llevan al extremo su afición por la Semana Santa, hasta el punto de que un costalero antiguo de Sevilla, al ver próximo su final, y moribundo, quiso que llamaran a su capataz (Rafael Franco Luque) porque él no podía morirse sin hablar con su jefe, y pasó su última media hora hablando de cofradías. 

Los cofrades se reúnen en los bares de cofrades o, en su defecto, en cualquier otro que vuelven cofrade, a ser posible cuantos más, mejor, en los que la fritanga con el incienso hace una mezcla olorosa temible (que a ellos les gusta) y que identifica al bar (y al que ha estado en él) a distancia. No importa las veces que hayamos ido, siempre ha estado la araña en la misma esquina y, al entrar, "racheao lo que se pueda", literalmente, porque es que se queda uno pegado al suelo. También encontramos a la misma gente, los mismos, los mismos, esos a los que no se saluda, pero se produce entre sendos personajes una mirada de desdén, como si el que entra, o el que ya está, le estuviera usurpando el sitio al otro, y que se podría interpretar como un saludo cordial (muy cofrade, por supuesto). Luego están los mismos, pero los mismos, los mismos, a los que sí que se saluda, abriendo los brazos de par en par para recibir al otro en su espacio y darle sus besos de rigor (hasta tres en la misma mejilla), dándole con la mano abierta al de al lado si es preciso. 

Se pregunta en esos bares, si hay mucha gente, si puede quitar el el bolso del taburete para sentarse él, en caso de que sea verano, o el abrigo, en caso de que sea invierno, obteniendo siempre la misma respuesta: "está ocupado" y, claro que lo está, pero nadie se sienta en el taburete, nunca. 

Los cofrades, en la playa, hablan de pasos. En el coche escuchan marchas y, en la ducha, las silban. Cuando mueven un mueble en casa, dan las órdenes respectivas para que no roce ni un varal, en caso de que sean capataces, y si son costaleros andan por el pasillo dando izquierdos, o revirando un palio en el sitio para entrar en la cocina, y todos los días ven vídeos de cofradías ya sean en You tube, en el dvd con sus Momentos Cofrades o, sin son más modernos, en la plataforma de internet en la que, por un módico precio, tienen cofradías para hartarse, pero nunca se hartan (sus familias sí). No hay nada como poner un dvd para echarse la penúltima y seguir enredando, o ponerlo para que la visita se dé por aludida y ponga pies en polvorosa. Todo cofrade se ha pasado el "Chicotaz" y, cuando libra, coge un libro (de temática cofrade) de los que pueblan su colección particular y que nunca dan por terminada. Desde escultores a bordadores, pasando por efemérides o monográficos, siempre hay un libro que ojear para esas veladas en las que no se sabe qué hacer, o ya se han visto muchos vídeos. 

A los cofrades, cuando ven una sombra de un pivote en una pared, si es alargada, se les antoja un nazareno, y si no lo es, un penitente. Si van de viaje, entran en las iglesias con frecuencia, no por ver las esculturas y tallas, sino para comprobar, viendo la puerta desde dentro, si por ahí puede salir un pasopalio. Van de turismo, pero se imaginan pasos, discurriendo al milímetro, por todas las calleas angostas que ven y, si un amigo se va de erasmus, siempre le dicen: "para que vas, si allí no hay pasos".

Las cofradías, para el cofrade, son diferentes según se entre o se salga de la sede canónica. Si entran, el altar de cultos está impresionante, pero si salen, está cateto. Si entran, la Virgen está perfectamente vestida, pero si salen..."¿Has visto cómo la han vestido?", y es que, los cofrades, son así, y si no lo fueran, pues lo dicho anteriormente: "¡Tú no eres cofrade!".

A él, como buen cofrade, le sucede esto y más, y se ríe al recordar aquella vez en la que, ya acabada la Semana Santa, y teniendo el ojo tan hecho a ver costaleros con sus costales debajo el brazo por cualquier parte de la ciudad, vio un pintor con su ropa blanca andando delante suya, y lo primero que se le vino a la cabeza fue: ¿Qué palio sacará éste?...

Cofrades...

Fuente fotografía: istockphoto  

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