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Lo echa de menos...Cada vez que pasa por la puerta de su casa; cada vez que la Primavera le anuncia que todo volverá a ser, aunque nunca sea como fue la última vez; cada vez que, en la soledad de su habitación, le reza un Padrenuestro cuando la vida se tuerce y sabiendo que Él responde aunque ya no sea de Él, pero siga siéndolo de todas formas, por estas cosas complicadas del Señor y los que le siguen.

Lo echa de menos, sin saberlo, a veces sin quererlo, cuando un azulejo se lo recuerda; cuando una calle del barrio, ésa donde se fraguan las chicotás grandes, casi heroicas, lo llevan a tiempos pasados en los que él iba debajo, marcando a golpe de cadera el ritmo de su misma vida, dejando en la "arriá" una parte de sí mismo pegada a la madera de la trabajadera. 

Lo echa de menos por lo vivido, por lo sufrido. Por lo soñado, por lo obtenido. Por los amigos que siguen allí, por los amigos que se fueron. A pesar del peso, o por el peso. A pesar del esfuerzo, por la adrenalina que siempre se liberaba al ganarle al adoquín, al sentir la mole en la vértebra, al notar la carga en los gemelos por los envites del paso que cae, inexorablemente, sobre los atlantes de costal y faja, pantalón blanco y "fuerte pa´rriba".

Lo echa de menos, por el vello de punta de la marcha a la salida, por la "revirá", eterna, frente a sus devociones más arraigadas, por la forma de llamar a su paso, y por las manos empujando con fuerza la trabajadera de delante...por tantos años, tanto sudor, tanta entrega, tanta bendición, tantas fuerzas derrochadas y renovadas al instante, por las plumas tocando en la trasera, por su barrio...

Lo echa de menos, siempre, cuando pasa debajo de la que fuera casa de su abuela, donde lo vio, en su paso, por vez primera; por las veces de ir a misa y pedirle, por las casas bajas y las familias que las habitaban, por la sapiencia y buen hacer de sus hermanos, por las vísperas, y los recuerdos, las tapas del relevo y la herida en el cuello tras la recogía. 

Lo echa de menos, cuando ve su ejército blanco formando en el mármol, cuando percibe la figura de su parihuela de ensayos, o lo intuye, sin estar, en el retranqueo. Cuando cierra los ojos, abre el alma, y la memoria hace el resto. Por las lágrimas derramadas, por su trasera siempre empujando, por la calle Elvira en la Passio, porque sigue siendo de Él, aunque ya no sea del mismo modo. 

Lo echa de menos, casi siempre, cuando el ordenador le saca una imagen suya, y la pincha para verla. Cuando ve a su Madre, por fin, detrás suya, completando todo. Cuando habla de Él con su gente, y cuando habla con Él de su gente. Por eso, hoy que es la víspera del día de su salida; hoy que es la jornada previa al día en que Él debería estar en la calle, y las colgaduras puestas en los balcones, y los vecinos viéndolo volver, echa de menos la bulla de vuelta, con los amigos, la camiseta empapada, el cuello hipotecado, los guardabrisas salpicados de cera, el depósito en reserva, los nervios a flor de piel y la levantá..."qué voy a llamar"...

Por eso, este sábado en  que todo se acaba porque todo empieza, le pide, acordándose de Él, si cabe, más que nunca, porque siga siendo él, como hasta ahora, y no su barrio, el que eche de menos al Señor...



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