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Lo está viendo en la calle, avanzando hacia él por la avenida, serio en el andar, majestuoso por su rango, sobre las cabezas que lo miran y le piden, sobre los móviles que lo quieren inmortalizar, y piensa en su nombre, con el que el hondo sentir del pueblo lo conoce y lo llama, lo necesita y lo siente.
Como Él, ha visto por sus respectivas calles y plazas muchas imágenes de Cristo, llevando a su alrededor una incontable marea de devotos, cada uno con su nombre, ora el que la liturgia le impone, ora con el apelativo con el que lo llama su gente, porque necesita, a veces, poner nombre de hombre al que es Dios por naturaleza, para así sentirlo más próximo y menos protocolario. De eso se trata, piensa, Dios es Padre, después de todo, y a tu padre lo sientes cercano y lo llamas cariñosamente.
Las abuelas de los barrios, las verdaderas maestras de la fe, formadoras de futuras generaciones de cofrades, saben mucho de esto, y por eso son las únicas que llaman Hijo al que todos los demás llamamos Padre, porque entienden que si vas a pedirle algo a alguien, es porque gozáis de confianza mutua y, en esos casos, no puede nunca tratarse de usted, por muy alto que sea el rango de ese alguien. Por eso, piensa, su pueblo le habla de tú al que todo lo puede, y a su Madre, porque los saben cercanos, cómplices y casi amigos, vecinos y familiares.
Por eso, si el Señor va vencido por el peso de la cruz de nuestros pecados, aunque sea Jesús el Nazareno, para sentirlo más cerca y recibir su Poder de una forma más distendida, aunque no por ello menos respetuosa, su pueblo lo llama "Jorobaíto", y lo acompaña por el viejo arrabal hasta que vuelve a su templo. Si su Madre, muy cerca de allí, sin salir de la collación, es tan bonita y delicada que hasta la brisa de la tarde podría afectarle, si aunque es Madre de Dios parece una hermosa jovencita de paseo por su barrio, pues éste la llama "Señorita", porque es justo eso lo que le sale para definir a la que los cuida bajo palio.
En el barrio más universal, a la que parió al Creador, sus vecinos la llaman "Concha" o, en el otro, castizo y genuno, la llaman "Greñúa" porque es como ellos, sufre como ellos y, obviamente, tiene que llamarse como ellos. "Sentaíllo" al que medita en las aulas universitarias, o "Greñúo", también al Regidor Perpetuo de Cádiz.
A veces, por desatar a su paso los sentimientos que se les escapan del cuerpo ante la presencia de sus titulares, rivalizan en rendirle honores y, de tanto como se empelan en ello, ponen tan a su servicio tal cantidad de pirotecnia que al que recibe el homenaje de pólvora, por ser capaz de reunir tanta cantidad, lo llaman "Cojonuo".
Él no entiende cómo se atreven los foráneos, y algunos oriundos, a tildar de agravio o deshonra, falta de respeto entre otros adjetivos, estas muestras de devoción popular hacia unos titulares, ya que son fruto de eso, del cariño. Es por esto que, al Señor de pelo natural, inconfundible estampa del Miércoles Santo, se le conoce como "Chino", por los rasgos orientales que su autor dejó en su rostro, y que mueve a su alrededor gran cantidad de fieles cuando sale a la calle. En Fígares, al que despojan de sus vestiduras, él ha escuchado nombrarlo "Faraón", porque su gente entiende que su poder es equiparable al que derrochaban aquellas figuras de la historia de Egipto, y en el barrio de Santiago jerezano, sus gitanos le llaman "Prendi" al hijo de Dios, porque es caló como ellos, y así ellos lo sienten más suyo, más de allí. "Llavero" llaman en Guadix al que custodia las llaves de la ciudad en su salida anual, o "Abuelo" lo llaman, por su leyenda, los que le reza marcando las jotas entre olivares.
Si una Virgen va vestida de blanco, y su sola presencia llena la ciudad de Málaga como llena la iglesia una novia camino del altar, pues los malagueños llaman "Novia de Málaga" a su Rocío; y si la cuadrilla de un paso de palio, por el poco número y lo desaliñado de torpe indumentaria, parecen la "perla negra", pues así se les llama, y sí el sobrenombre se pone con mayúscula y se extrapola a Ella, quedando la Perla Negra, no cree él que eso sea un oprobio a la que llevan encima que, además, la quieren hasta el extremo.
Él, viendo la imponente talla que viene inundando la calle con sus brazos abiertos, piensa en todas estas cosas, sin llegar a entender que la gente que no participa en este mundo, salvo de oídas, a la que no le gusta ni le importa, sean los primeros que juzguen cómo llaman a sus Cristos y a sus Vírgenes los que más las quieren, y piensa en que deberían dejarse arrastrar por el vendaval de emociones que transmiten las imágenes, antes de criticar y ofender, y dejar que cado uno, como Montañés, le rece a Dios como lo tiene en su idea, y con el nombre que quiera.
Hablando de Dios, las cornetas anuncian la proximidad del que llega a su lado, y piensa, mirándolo, cómo siendo esta imagen tan portentosa, siendo tan grande su poder, con toda la magnificencia con la que llega y la magnitud del trance en el que se encuentra, el pueblo lo llame, quizá por ser humilde como un "Zapatero", ¿Sencillamente?...Cachorro...
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