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Hoy no ha podido...no se ha levantado, nervioso, mirando al cielo nada más subir la ventana para comprobar que el sol ha acudido a la cita que tiene con su ciudad, y que el color azul impera por doquier sobre las blancas, y pocas, nubes.
Hoy no se ha arreglado, ha cogido a su mujer y a su hija, se ha colgado la verde medalla para subir la calle de ilustre nombre y corto trayecto, y empezar a notar el nerviosismo que su presencia desata en su interior conforme se va acercando al templo.
Hoy no se ha fundido, en la puerta, con sus hermanos sonrientes, en un abrazo a la par, nervioso y orgulloso, no ha percibido la penumbra del interior, ni le ha apretado la mano a su esposa al plantarse frente a Ella, mientras Ella coge las riendas de su vida, de su devoción y desata sus emociones al ritmo acelerado de los pulsos de su corazón.
Hoy no la ha esperado donde siempre, no ha sentido la madera en su cuello con sólo oírla levantar, no se ha ido de frente, marcando el izquierdo, a los sones del Alcor, no ha adivinado su cara entre las nubes de incienso y no ha podido secar sus lágrimas con el pañuelo de esa hora, mágica, en la que Ella pasa por su lado y revuelve sus entrañas y sus recuerdos.
Que es de Ella ya lo sabe, aunque no lleve su palio, y por eso hoy no está bien, porque hoy no la ha visto pasear, con esa forma tan suya, por las calles de su ciudad. Hoy su capataz, su amigo, no le ha dirigido un guiño cómplice, mitad cariño, mitad riña, ni su amigo Curro le ha dado una estampa, ni Álvaro le ha pellizcado las mejillas mientras le pregunta como está, en esa calle apretada donde todo es gente, incienso y palio, mientras observa revirar, con precisión de joyero antiguo, esa derecha alante que él mismo llevara hace años.
Hoy es Martes Santo, sí, pero no es Martes Santo, porque no ha sonado "La Niña de Santa Ana" interpretada por una banda que ya ha sido testigo de media vida de hermandad. Hoy es Martes, pero no es Martes, porque los Hospitalicos están vacíos. Elvira está huérfana, Plaza Nueva llora, y su ciudad anhela. Hoy no hay pétalos en Baratillos, y sólo se escuchan los aplausos de las ocho, pero no los que la gente le brinda a su cuadrilla de costaleros.
En este Martes Santo que no es Martes Santo, él le pide que le dé fuerzas, que le dé amparo, que le dé paciencia, que le dé aguante, vida, años...que le dé todo lo que le solicita, a sus pies, y Ella le ofrece cada vez que ve su foto, se pasa por su iglesia o alguien le escribe un mensaje para recordarle, en ese día, que es uno más, siempre y en cualquier parte del recorrido.
En este raro Martes Santo, en que casi hemos perdido la belleza de su nombre, la trascendencia de lo que representa, él le pide a Ella lo mismo que todos los años que ha ido debajo de su palio, lo mismo que le pide su banda, cada vez que suena la marcha tras el verde manto que tiñe de verde a Granada. Lo escribió Lorca, recuerda, "verde que te quiero verde":
"Sé siempre nuestra Esperanza".
Fuente fotografía: Alberto Ortega
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