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 Déjame el costal, hermano,
que, al fin, voy a decidirme,
que también quiero ceñirme
la faja y poner mi grano
al andar del Soberano.
Déjame el costal, que quiero
ser, abajo, costalero
y trabajar para Él,
sea columna y capitel,
mi cuerpo, para el madero.

En ese leño certero
el Hijo del carpintero
lleva la carga del mundo
caminando, moribundo,
por espinoso sendero
culpado por un romano
que, después, lavó sus manos
condenándolo a la muerte.
Aun sin cambiarle la suerte:
¡Déjame el costal, hermano!.

"pá" que el aire no le hiera,
las heridas no escocieran,
las espinas no taladren,
porque no llore su Madre
ni tres veces se cayera.
Para hacerle más liviano
éste, su trance, inhumano;
porque la cruz no le pese
porque Judas no lo bese:
¡Déjame el costal, hermano!

Que quiero que la arpillera
sea la herramienta de vida
que, a su servicio, invertida,
y el amor que yo pusiera,
sentido a mi fe le diera.
Por pagarle de mi mano
con su moneda, al tirano,
y sufra, cual malhechor,
lo que le causó al Señor:
¡Déjame el costal, hermano!.


21 de Marzo, día internacional de la poesía.

Fuente fotografía: Boletín Santo Entierro de Olivares





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