Con san Juan...que te acompaña
Una calle a lo hispalense,
de las de ventanas y balcones
forjados por la fragua sevillana…
No hace mucho que se fue al Cielo de
su ciudad, ése Cielo al que van los
pasos levantados por costaleros a los que cantó en innumerables ocasiones, costalero de Sevilla, qué orgullo debes
llevar, el costal, las zapatillas y la faja “reliá”, un poeta de los pies a
la cabeza.
Se ha marchado, suspendiendo la
Cuaresma que tanto le gustaba y dejando huérfana de poesía y ritmo a su
Sevilla, y a Andalucía entera también, porque no hay una ciudad andaluza que no
se emocionara al escuchar una letra dedicada a ella. Tomó Pascual lo que decía
Silvio de sus Vírgenes (“es que todas son muy bonitas”) al pie de la letra para
no dejar de cantarle a ninguna, cada una con su personalidad y dedicándole
letras tan hermosas que son como piropos musicales a los que identificamos con
Ella, enumerándolas todas para acabar en un inapelable sevillana y amén, que unifica para siempre todas las advocaciones
en una sola, María, la madre de Dios...
Dios te salve, Señora,
Amargura, María coronada,
llena eres de Sevilla
que te llama Inmaculada.
Gran Poder es contigo,
y san Juan que te acompaña.
Bendito sea el Cachorro
que de tu Esperanza nazca.
El Rey de los cielos tiene en Sevilla su Reino, cantaba el poeta,
que nos describió a una Macarena sin
corona en su cabeza, y que le dijo al mundo entero que Sevilla, reza cantando. Éste que suscribe estas líneas como póstumo
homenaje, humilde y nimio, al maestro que tanto le inspiró a la hora de hilvanar
palabras para la Virgen, ha perdido la cuenta de las veces que sus sevillanas,
su poesía, sus pregones, le han acompañado en viajes, desafinando en el coche a
voz en grito escuchando que los pasos no
llevan ruedas como piensa el forastero, o cómo él le decía a todo el que
quisiera escucharlo que la hermandad de
su barrio tiene tres pasos, o que Angustias
tiene la "carita" como una rosa temprana, y que ahora siente que cae el
relente de la noche, en la que viene
Jesús, llevando su cruz que mira hacia el Cielo, enfriándose en su corazón
la llama apagada de sus versos.
Por eso el que suscribe, en sus
escritos de Cuaresma, pide silencio al respetable, porque ahora se le ha hecho una de la madrugada y la noche queda callada
en señal de duelo, a la espera de que el chirriar del portalón le abra las puertas del Cielo sevillano en
una eterna Semana Santa, un eterno Martes Santo, al maestro, al pregonero sin
atril, al poeta, al artista y al cofrade, porque, para el que no lo sepa, él sale el Martes Santo de penitente, y va detrás de su Cristo,…cruzando el puente.
Pide silencio, para que sólo se oiga ahora la oración cosida en los labios del poeta, como saludo a la que vive en los Cielos de Sevilla, donde su Hijo, tiene su reino…
Silencio, y oración:
Santa Madre de Dios,
Amargura sevillana.
Ruega porque el suelo sacro
de esta tierra mariana
no lo pisen tentaciones
ni lo crucen amenazas,
y que siempre te cantemos,
como hiciera Font de Anta,
con la fe, y la mansedumbre,
y al amparo de tus lágrimas.
Hermoso Valle, mi Reina,
donde Sevilla descansa.
Dios te salve, mi Amargura,
con san Juan…que te acompaña.
Nota del Autor: (1) La fotografía no guarda ninguna relación con el texto. Forma parte de una serie del autor que se va a utilizar para ilustrar estos textos.
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