Cuando llega el relevo...
Cuando el paso se detiene en
cualquiera de los puntos de relevo, siempre hay viéndolo, no importa en qué
punto exacto de la calle, algún costalero antiguo. Uno de esos a los que la
gente que va saliendo, sudorosa y fatigada, pero feliz hasta el extremo,
siempre abraza, siempre saluda, y siempre le preguntan por cómo se ve desde
fuera el andar, conscientes de que habrá de contestarles sinceramente, no
cegada su respuesta por la devoción que le suscita la talla que llevan.
Estos hombres y el que espera,
vestido de calle, a que pase por su lado el titular que tantas veces llevó en
su cuello, tienen en común el peso, ni más ni menos, que soportan unos, ha
soportado el otro, y que se mueve grácil sobre sus cervices como si no se
tratase de una mole inmensa que, hasta parado, da leña, y el que alguna vez
haya llevado un paso lo entenderá. En esa comunión de cosas que viven los que
se encuentran en un relevo, distan años, dista experiencia, pero une el peso,
siempre el peso, que lucha por doblegarlos a cada instante y que ellos aguantan
y vencen sólo con el esfuerzo de la amistad, la honradez y la fe, que no es
poco. Por eso, la persona ajena a esta fiesta devocional y emocional que es la
Semana Santa, habrá estado observando la escena y, si es curiosa, seguro que
arde en deseos de preguntarle algo a ese hombre, ni joven ni viejo, que se ha
quedado sólo con sus recuerdos al marcharse los costaleros camino del
refrigerio y el descanso.
En ese tramo de tiempo que
discurre desde que el paso se posa en la calle, hasta que se levanta, esta
persona le pregunta a nuestro costalero retirado la pregunta consabida y
recurrente: “¿pesa?”…El costalero, quizá un poco desairado por verse
interrumpido en sus pensamientos, quizá porque no escucha lo que su capataz le
dice a su gente antes de la “levantá”, no se para mucho a pensar la respuesta, que
sale fugaz, veloz y directa a los oídos del foráneo que espera su contestación,
puede que para ir luego a contárselo a su gente cuando regrese a un punto menos
selecto de la geografía, sin cofradías en la calle, recibiendo una clase de
filosofía gratuita a pie de acera, de un hombre que ha sido muchos años los
pies del Señor en su tierra, y que seguro no le responde a la pregunta, al
menos, cuantitativamente:
“¿Qué si pesa? Pues
mire usted:
cuanto más te pesa el paso, menos te pesa la vida”.
Nota del Autor: (1) La fotografía no guarda ninguna relación con el texto. Forma parte de una serie del autor que se va a utilizar para ilustrar estos textos.
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