La Espina de la Pasión...
Juan de Mesa residía en los
aledaños de san Martín, no se sabe exactamente en qué punto del barrio, pero sí
se constata que cerca de la Parroquia donde vive el Señor de la Lanzada, la
Virgen del Buen Fin y la Esperanza que, en Sevilla, no está solamente en donde
todos sabemos.
El insigne escultor, autor de los
más selecto de la imaginería de su época, era especial devoto de la reliquia de
la Santa Espina que se conserva en la parroquia, a la que su mujer y él acudían
a pedirle que pudieran albergar en el seno de su esposa una vida que aumentara
su familia y engrandeciera su espíritu, ya que no había nada que desearan más
que tener un pequeño, o pequeña, revoloteando por los pasillos de su casa.
Por desgracia, pasaba el tiempo
sobre la Sevilla del siglo XVII, pero no concebían su deseado vástago, por lo
que el matrimonio regresaba a su casa apesadumbrado, aunque sin perder la
Esperanza nunca, si bien muy mermadas sus intenciones e ilusiones, ya que el Señor al que tantas veces había
esculpido, el Señor ante el que tantas veces había rezado, y que le había
permitido plasmarlo en madera en infinidad de ocasiones, no llegaba a conseguir que
Juan de Mesa concibiera un hijo.
Aunque no es seguro que fuese por
esa razón, puesto que no está documentado, algunos investigadores del escultor
quieren pensar que esa reliquia de la Espina, ante la que tantas veces suplicó
el embarazo de su esposa, estuvo presente de algún modo en el momento de
concepción de sus obras, ya que a él siempre le quedó clavada esa “espina” de
no haber podido tener descendencia. Por ese motivo, quizá, algunas de sus
tallas de Cristo tienen una espina de la corona que le atraviesa la sien, como
queriendo el escultor dejar constancia en sus obras, a modo de firma, del hijo
que nunca pudo tener.
Él, parado en la calle esperando
a que llegue Cristo albaicinero de san Cristóbal, se ha fijado en el detalle de
su hermosa cara, encima justo de sus ojos, que le atraviesa la ceja. Una espina
que su autor quiso ponerle al Hijo de la Estrella y que, quiere pensar, no es
un detalle baladí. En esa espina, en esa ceja, de alguna manera también, cada
Jueves Santo, pasea por Granada hincado en la ceja del Señor de la Pasión, el hijo de Juan de
Mesa.
Nota del Autor: (1) La fotografía no guarda ninguna relación con el texto. Forma parte de una serie del autor que se va a utilizar para ilustrar estos textos.
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