La de la cara bonita...

Has decidido salir, alboreando la tarde, a dejar posado en tu cara un enjambre de luces estrenadas, que han hecho que cualquier belleza se ruborice y languidezca.

En esas nuevas maneras de mirarte, nosotros disfrutamos, sin límite establecido, de las tímidas caricias del sol en tus mejillas, permitiéndonos descubrir, a los que te hemos mirado siempre, de todas las formas posibles, hermosos y recónditos lugares de tu cara, que creíamos ilusamente que nunca podría sorprendernos.

 Te has llevado al sol en la cintura, en las manos, en los ojos, iluminando tus lágrimas que parecían perlas recién cultivadas de lo brillantes que se nos presentaron, motivos todos por los que tu palio destellaba, apareciendo por los mismos lugares de siempre que. fíjate Tú las cosas de Granada, eran otros a la luz de la tarde, dejando en él una muchedumbre de lumínicos detalles que se nos antojaron el mismo mar sobre tus hombros, con olas doradas de hilo reluciente sobre el morado océano de tu maravilloso manto.

Maravilla, sí, ¡qué maravilla tu presencia obnubilando la atardecida!, compitiendo con el sol que se retiraba, aun sin quererlo, a una hora que tendremos que aprender, acostumbrados como estábamos a verte salir casi de noche.

Tú, invadiendo las horas, pilladas por sorpresa, marcando nuevas cotas de belleza inalcanzable, entrando en las Pasiegas a media tarde, niña como Tú, nos has dejado en la retina un sabor a pestiño y hueso de santo, dulce como tu mirada, como tu mecida, que ya evocaremos siempre, cuando a una hora parecida recorramos la ciudad, cualquier ociosa tarde de primavera.

¡Cuánta gente!, María, se habrá vuelto a casa contigo al cruzarse, en una jugada del horario e itinerario, con tu mirada cuando era otra la que pensaba encontrar. ¡Cuánta gente!, María, habrá evocado otras mañanas, otras tardes en que como ésta, pero de manera excepcional, el sol también te daba en la cara...

Quier imaginar que mucha, porque mucha ha sido la que ha acompañado tu discurrir por la ciudad a esta nueva hora, más temprana. Mucha la gente que no iba a verte porque a esa intempestiva hora anterior no podía, por salud, por frío,...y ahora se he reencontrado contigo y, mucha, seguro, ha sido la que, al verte en tu paso de palio jugando a contraluces con la tarde, ha dicho para sí, o para que la escuchen, en voz alta:

¡Qué cara más bonita tiene esta Virgen!...Tú, mi Virgen, la de la cara bonita...


Fuente fotografía: Francisco Jiménez (Diario de Pasión)

Comentarios

Entradas populares