El Pregón que no Escribiera...1

 


L

a Semana Santa no sería nada sin la música, porque la música es la que acompaña los momentos más emocionantes que, precisamente por ella, lo son y, precisamente por eso, los recordamos año tras año.

Igual que hay una música para cada paso, para cada rincón, para cada momento de la estación, lo mismo hay una marcha para cada momento de la vida, porque los cofrades somos de marchas en todos los dispositivos, en la casa o el coche, y nuestro quehacer diario es una continua playlist en la que vamos cargando todas aquellas marchas que, alguna vez, nos quedaron grabadas y sólo escucharlas ya nos lleva al momento, como si de una fotografía se tratase, o porque, para el cofrade, la vida no es más que una Estación de Penitencia.

Mi vida, por todo lo expuesto anteriormente, y en consecuencia, tiene sus marchas, y cada una de ellas contiene el significado concreto, y no otro, que la hace atemporal, y no importan los años que pasen sobre ellas, porque siempre que las escucho sigo teniendo la edad que tenía en ese momento, y vuelvo a vivirlo con su plena carga de emociones. Aunque, como todos, tengo una serie de marchas de los distintos tipos, yo siempre he sido de palio, por mi estatura y por mi convicción, por lo que las más especiales, han tenido que ver con los pasos en los que he mirado a la Virgen, desde fuera o desde dentro, y que me han acompañado hasta aquí.

Mi Semana Santa, suena así:

La Saeta es una marcha personalísima, que el gran Serrat compuso para ponerle música al poema de Machado y, además, fue la marcha que sonaba cuando me metí por primera vez debajo del palio del Mayor Dolor, y por eso la tengo como cabecera de mi lista, a la que siguen Callejuela de la O, por ser la marcha que le gustaba a aquella novia que hoy es mi compañera de vida y madre de mi hija, la cual se llama como esa marcha que, por este motivo, me hierve tantas cosas en el puchero de mis entrañas, y que no es otra que Candelaria. Precisamente a mi hija, cuando era un bebé, la dormía con marchas, (¿qué cofrade no lo ha hecho?) y una de las que más conseguían la llegada conciliadora del sueño era Madrugá Macarena, marcha esta entre las infinitas dedicadas a esa Virgen sevillana que me impide emitir palabras cuando la tengo cerca, y que tantísimas veces he recordado al trabajar Macarena, de Abel Moreno, bajo esos palios que me hicieron costalero y me ayudaron a crecer como persona.

Esta Virgen Macarena, se llama Esperanza, y es que Siempre la Esperanza ha sido un pilar fundamental en mi existencia, y muchísimos de los mejores momentos como costalero han tenido que ver con Ella que, aquí en Granada, es La Niña de Santa Ana.

En esta Granada que me lo ha dado todo, también ha habido momentos tristes, de amargura, aunque por suerte, aquí, la amargura sabe a dulce de convento, especial e íntima, propia y personal, y la considero tan mía que, como el compositor que trascribiera su mente al papel pautado, la llamo Mi Amargura.

He dejado para el final lo mejor de todo, el ocaso de la Semana, La Madrugá de mi vida cofrade, que la tiene como protagonista a Ella, porque Ella es lo más importante de mi vida. Por eso, dejo para el final, como el mejor trozo de pastel, aquello que más me llena y más me importa, porque todo lo que he llegado a vivir bajo los pasos, ha sido porque el Mayor Dolor me llamó para ser su Costalero.

Fuente Fotografía: La Locura Cofrade

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