El pregón que no escribiera...15
Qué fácil es verte por la cuesta
escoltado por lo mudéjar de las torres,
saludando a tu hermano, el que es de Mora,
mientras suenan los toques de corneta
de unas plumas que de Fígares nos llegan.
Parece fácil también, la maniobra,
para ponerte en la calle a la hora exacta,
o esa otra que moldea las esquinas
para que no rocen el canasto cuando pasas.
Qué fácil, también, el no fijarse,
en las heridas salpicadas en tu cuerpo,
mirar para otro lado, mientras bajas
asido a la columna de los tiempos,
mientras me hago la pregunta consabida,
la misma que se hizo un pregonero,
¿cómo puedo pedir que me perdones
si a perdonar a nadie nunca llego?
¿Cómo uno las piezas de este puzle,
cómo pido, Señor, que me perdones,
si yo no tengo enmienda, o no la encuentro?,
si en mis bolsillos no hay nada para nadie,
si en todo lo que hago soy primero
y no dejo a los demás ni un triste hueco.
¿Cómo pido, Señor, que me perdones?
¿cómo sé, siquiera, si merezco
el Perdón que llevas en tu nombre
y la Aurora de tu Madre, ese aire
fresco
que perfuma los recodos de mi vida
cada vez que llega el Jueves, que haces nuestro?
¿Cómo pido, Señor, que me perdones?
¿Cómo a ir, siquiera a verte, yo me atrevo?
¿Cómo busco tu paso entre las calles
cómo doy respuesta a tu misterio?
¿Cómo miro, Señor, tu amarre ingrato?
¿Cómo desato los nudos de tus manos?
¿Cómo pido, Señor, que me perdones
si no acierto a perdonar a mis hermanos?
Cada Jueves, Señor, yo me confieso
cuando avanzas mecido por tu barrio,
y aunque, a veces, no encuentro la manera,
y no llego a encontrar palabras fieles,
siempre espero, Señor, que en un Izquierdo
me perdones, sin pedirlo, en un instante
mientras yo asumo lo mucho que te hiero.



Comentarios
Publicar un comentario