El pregón que no escribiera...19

 

C

ómo me duele ver esta plaza sin un hueco
en que pueda acomodar mi cuerpo exhausto
y dejar abandonar la mente en el revuelo
que me otorgan los vencejos en sus trazos.
Cómo duelen las gualdas, enhiestas, puñaladas
que me asesta el par de hileras ordenadas
del ciempiés humano de silentes nazarenos.
Cómo duele la forma en que sales a la calle
Cómo duele no poder armarme pies y brazos,
asiendo, firmemente, el costero y la zambrana
sintiendo cómo vas pellizcándome en el alma
cuando llegan las cornetas con sus ecos marineros
y el azul del cielo te llora Sangre y Agua.
Cómo duele tu Lanzada lo supo Antonio Illanes,
al dejar la gubia hurgar en la madera antes de todo,
devanando sus sesos de escultor, tan versado,
para hacer que viviera la madera en tu nombre.
Cómo duele tu Lanzada lo sabe tu Madre,
el Buen Fin o la Guía al pie del calvario,
mecida en las calles bajo burdeos gótico.
Lo que duele tu Lanzada lo sabe Sevilla
que no puede contigo y tu visión moribunda,
lo saben los costales que custodian tu canasto,
lo sabe el capataz que iguala a sus legiones,
lo sabe san Martín, la Enfermera y los naranjos,
y lo sabe el que, de lejos, observa a aquel romano
que infringe una lanzada sobre tu pecho hundido
a lomos de un caballo que relincha con espanto.

La noche va trayendo penumbras a mis ojos,
Sevilla se me duerme en únicas estrecheces,
los recios guardabrisas iluminan, en su danza,
la escena dolorosa de este Miércoles Santo.
Quisiera ser escudo que evite tu Lanzada,
palabra que consuele el llanto de tu Madre,
y la vuelva al calor de un pesebre en Belén
para tenerte en sus brazos y, de esto, librarte.

Cómo duele verte, erguido, en la Alameda,
y bajar por Trajano, inmensidad acompasada,
y me duele el costero que te acerca sin pausa
y saber, que mi tiempo, mi lugar y mi hora,
se fueron con la fuerza sin llamarme a tus filas,
sin poder ser soporte, pedestal, cirineo
y llevarte mecido por las más honda Sevilla,
oh Sagrada Lanzada, que me hieres tan dentro.

Fuente fotografía: Foro Activo