El pregón que no escribiera...20

 

Subo calmadamente, disfrutando el paseo,
por las calles, tan mías, de la que es mi ciudad,
hasta la plaza que forma el edificio castrense,
con la iglesia que guarda tu majestuosidad.
En tu paso primero aún atisbo los trazos
del buen gusto que tuvo tu incipiente hermandad,
y que, ahora, tras años silenciando Granada
con el silencio morado de su Semana Santa,
es un ejemplo  claro de cómo se hacen las cosas
en la carmelita iglesia donde Tú siempre estás.
Primero el caoba, tu paso elegante,
nos puso las pautas que había que seguir,
tu cortejo perfecto, la Merced en su palio,
impartiendo lecciones del andar y el vestir,
me llevan a aquellos, lejanos, momentos,
en que aprendí que eras una imagen distinta.

El vello se sigue erizando sin licencia,
cuando miro al balcón donde cantaban saetas
cada Miércoles Santo las más grandes voces.
y se sigue erizando, también, cuando pienso
en la salida tan limpia que protagoniza tu gente
para ponerte en la calle agrandando las puertas,
con la rodilla en tierra y el corazón en tus manos.

Nazareno silente con la cruz a cuestas,
cuya imagen veía, de niño, en Bib-rambla,
 en aquella carrera tan oficial como íntima,
que estrenaba la cámara de fotos del alma
donde guardo recuerdos que afloran ahora
cuando te veo tan lejos de aquellos instantes
y el quiosco de flores no enmarca tu paso.
Nazareno silente de mis primeras ausencias,
de aprender, en tu cara, que no todo es fácil,
de saber que la cruz a todos nos pesa,
incluso a sabiendas de que cargas la nuestra.
Nazareno Granadino, el Hijo de la Merced,
cada vez que acudo a la cita que tengo con tu puerta,
cada vez que te veo pasar con tu andar de hombre
y con el poder de Dios, me gusta recrearme
en nuestra historia, y me alegra comprobar,
Nazareno silente de estas últimas ausencias,
que seguimos siendo los mismos, aunque yo
haya madurado, y a Ti no te sustente la caoba.

Fuente Fotografía: La Locura Cofrade

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