El pregón que no escribiera...21

llega el miércoles, de nuevo, a perturbarme,
a darme el mismo golpe, certero y sibilino,
a ver la vieja senda de heridas en tu espalda
mientras tu Madre llora sus Penas sin remedio.

Saluda el vasto imperio en lo alto de la torre,
con esas viejas voces prendidas en la heráldica,
la calle se engrandece, menguan escalones
y todo suma ya atrezo a nuestra escena.
La puerta, se va abriendo girándose en sus goznes,
la cruz que anuncia todo se planta en el dintel
y cuando suena el himno premiándoles su esfuerzo,
a la gente que, abajo, trabaja su legado,
mis ojos ya no tienen más rumbo que tu rostro,
y el corazón se viste con traje de Paciencia.

Qué fácil me resulta, escuchando la marcha,
evocar esos rostros, aun adolescentes,
que jugaban debajo del palio de tu Madre
a ser costaleros, y amigos, y hombres.
La cara de mi hermana, sus primeras sonrisas,
que nos llevaba a nosotros a ver cofradías,
bocadillos calientes, esperando un relevo,
y la Virgen volvía por sus calles de siempre.

La banda, en conjunto, con la eterna cuadrilla,
la plata reluce cuando empieza la noche,
yo me veo, en los Girones, asido a mi tiempo,
al del niño que fui acompañando a su hermana,
y el relente del frío me despierta, insolente,
cambiándolo todo por un frío distante,
aunque siguen mis ojos con tu rostro por rumbo,
y mi corazón se viste con traje de Paciencia.

Fuente Fotografía: La Locura Cofrade

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