El pregón que no escribiera...25



B

uscando en un rincón de mis entretelas,
siempre aparece una desgastada foto que,
de tanto usarla, ha perdido su prestancia.
En ella, desde uno de sus perfiles inmedibles,
me saluda la Esperanza, para recordarme,
con la docencia de sus lágrimas perfectas,
que por mal que estén las cosas en la vida,
por más que los sueños se pospongan
y las desavenencias inunden devenires,
siempre hay algo que prevalece, intacta,
como perdura el perfume en una estancia.

La Esperanza...

La Esperanza es la fuente donde siempre he bebido,
explicación de las cosas que sentido no tienen,
es la vida en un palio, entre nubes de incienso,
la calle de Elvira repleta de gente,
Baratillos, a oscuras, mientras viene mecida
y las lágrimas, prófugas, al compás del varal.
Es la herencia de siglos, la historia más viva,
primavera en Diciembre, besando sus manos,
primavera exultante que, en su manto, florece.
Es su cara en la mente, a cada momento,
es su nombre en los labios sin motivo aparente,
es visita obligada cualquier día del año,
con el frío de su plaza (incluso en agosto).

Es mi abuela, narrando historias antiguas
de cuando era pequeña, en su casa de siempre,
a la vera de aquella que rompe los siglos
mientras sigue su cara inspirando poemas.
La Esperanza es dintel que su palio no roza,
las bellotas sonando con la rodilla a tierra,
verlo todo distinto a través de sus ojos,
el orgullo más grande al ponerse un costal.
Es el sol en la cara, que baja a buscarla,
y la luna que besa, su rostro, al volver,
es la banda hilvanando tejidos de música,
oración de cornetas hacia un cielo, verde,
que, con pluma de nubes escribe Esperanza.
Son los nervios que llegan cuando sale el Señor,
levantá de los niños con martillo de voces,
afianzando canteras bajo un Niño Jesús
que, al pasar de los martes, lo llevarán hecho hombre. 
La figura de Cristo, faroles de plata,
amigos, hermanos, a su alrededor,
mil recuerdos de calles, de zancos, 
de historias, que recuerdo y, reescribo,
esperando a que llegue, 
en cualquier esquina, cualquier mes de Abril.
la Esperanza es la espera más bella del año,
la certeza más grande y el consuelo mayor,
el azúcar que endulza el pastel de la vida,
el beso de almíbar que nos dan al dormir.

La Esperanza, en Granada, es la Madre de todos,
porque todos buscamos Esperanza a diario;
la que todos saludan, la que todos añoran,
la que a todos acoge y la que a todos conoce.
La Esperanza es aquella que detuvo Granada,
la gloriosa jornada en que se coronó,
y desde entonces, espera, latente,
a que cada Martes se ponga en la calle
y empiece, de nuevo, a andar su reloj.

Fuente fotografía: La Locura Cofrade

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