El pregón que no escribiera...26
El silencio del martes es otro distinto,
que enmudece las calles del barrio más nuestro,
patrimonio, in Excelsis, de todo el que mira,
al albor de la tarde, la iglesia señera.
El sol ya se asoma por calles estrechas,
blanqueando paredes de reja y maceta,
sorteando las cuestas que preceden la puerta
y antiguos conventos, testigos de piedra.
De reyes el nombre que tiene la iglesia,
de reyes la herencia que se guarda dentro,
decana hermandad de silencio del martes,
de Reyes y Lágrimas, y un sueño distinto que,
aunque no es de lunes, se llama Amargura.
De Mora la cara que mira sufriente,
las manos que agarran el infausto madero,
y llevan escrito en el papel de sus venas,
la historia reciente de nuestra ciudad.
La cruz hunde el mundo, cuando Él desfallece,
la gente no asume la temible verdad,
de este Justo con túnica mecida a lo lejos,
que preside el Vía Crucis más bello del mundo,
con la pena más bella que camina detrás.
De Reyes o lágrimas, llora la madera,
transformada en rostro por gubia ancestral,
de Reyes o Lágrimas, son nombres de Madre,
que lloran y sufren, Albaicín abajo,
camino del centro otro martes más.
Con Él van mis rezos, debajo del paso,
en aquel Vía Crucis, joven e inexperto,
y con Ella el tiempo que vuela sin freno,
cuando la recuerdo, en su palio antiguo,
saliendo, en su martes, de luces doradas,
de la puerta misma de la Catedral.
Reyes y Amargura, Lágrimas
decanas,
comienzo de todo, final de una noche,
que reza el Vía Crucis más bello del mundo,
con la pena más bella que camina detrás.
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