El pregón que no escribiera...7
Tu cara es el espejo de esta alma
rendida a la mansedumbre de tu pena,
a esas manos que entrelazan los dolores
y a los ojos que no sé si están mirando,
o se asoman tan profundo por si aciertan
a medir la magnitud de tanto daño.
Me hiere tu Soledad
tan desmedida,
el saber que, aunque lo intente, no te ayudo,
me duele la verdad de tus silencios,
me asusta que, si hablaras, el reproche
tendríamos que acatarlo sin remedio,
ni podríamos soportar tanto tormento
si quisieras descargarlo en nuestra espalda.
Llevas la Soledad a manos llenas,
a flor de piel las lágrimas se observan,
si bien es sólo lo que, apenas, percibimos,
por no hacernos sufrir, sola te quedas.
Espero tu salida por el arco cada viernes,
espero tu cortejo y mi recuerdo,
diciendo que tocaran con mi padre,
las chías que conocí tan de pequeño.
Tu cara es el quid de las cuestiones
que llevamos confiados a tus plantas,
x de la ecuación, respuesta ecuánime
a todas nuestras dudas e impotencias.
Tu cara es la bondad que llevas dentro,
tu cara es realidad que nos traspasa,
tu cara es el motivo de mis rezos,
tu cara es el camino a la esperanza.
Tu cara es la deuda contraída,
tu cara es la humildad tan necesaria.
Tu cara es blanca nieve, que nos sacia
la sed que, en primavera, nos asalta.
Tu cara, Soledad, es la querencia
de aquel que se refugia entre las tablas,
La plaza donde siempre se torea,
negro y oro en el albero de tu tierra.
Tu cara en la montera del torero,
tu cara en la oración de quien lo espera,
tu cara devoción y trascendencia,
tu cara la ilusión del costalero,
tu cara de arrayán y madreselva,
tu cara monasterio, encrucijada,
laberinto de callejas alumbradas
por reflejos de la luna en tus mejillas,
evocando tu pasado en santa Paula.
tu cara, Soledad, suspiro extraño,
que se escapa al sostenerte la mirada,
y comprendes, al instante, que la espera
por mirarte, cuando vienes, se hace larga,
tu cara es relente de la noche
que ya quiere convertirse en madrugada,
tu cara es ese sueño que despierta,
tu cara es un joyel de puro nácar,
que custodia, Soledad, una vida entera.
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