El Pregón que no escribiera...y 0

 


Domingo de Ramos…día de felicidad, de compartir con los amigos y la familia las jornadas que están por venir y, para mí, todo eso lo puedo englobar en una sola palabra, porque una sola palabra me basta para decir lo que se me pasa por la cabeza cuando escucho felicidad, familia, amigos y porvenir, y esa palabra es Ella.

Ahora es cuando hago mías esas otras palabras del que fuera mi capataz, cuando la Virgen de la Esperanza embocaba la Plaza de Villamena y él se quitaba el reloj porque entendía, como entendíamos los que íbamos debajo, que a partir de ese momento el tiempo le pertenecía a la Virgen, y todo lo demás era mentira. Yo, ahora, llegados a este punto de mis escritos de cuaresma, llegados a este punto de inflexión de mi vida cofrade, y costalera, tomo el reloj de las vivencias, del tiempo, de lo ocurrido, de lo que está por ocurrir, de lo compartido, lo que está por compartir…y me lo quito, porque el tiempo, a partir de ahora, le pertenece a Ella, y todo lo demás…es mentira.

Ella es mi pálpito en el corazón cuando la veo de frente, es mi nostalgia certera cuando se va, es mi verdad más cierta, mi mejor versión, Ella es todo aquello que no se puede abarcar, lo indefinible, lo inexplicable, es amor desmesurado, es el mejor tiempo, la brisa del mar en la playa de la infancia, Ella es un sueño del que no he despertado en estos años en los que he tenido la suerte de ir debajo de su palio. Ella son muchísimos amigos que se han quedado en el camino de su devoción, y otros muchos que he metido en el cajón de las cosas descubiertas, para no sacarlos jamás. Ella es la lágrima cuando me acuerdo de los míos, la risa de mi hija mirándola, el auxilio en los momentos duros, la mejor docente, el bolígrafo con el que escribo, el libro en donde aprendo, la meta que me marco, el camino elegido, el motivo, el destino, la exigencia por ser cada día un poco más nosotros, y un poco menos yo, la fuerza para educar a mi hija en lo que Ella mande, la Esperanza detrás de cada puerta cerrada, la nueva ilusión, los viejos retos, el mapa del tesoro, el vaso de agua con anís, el reflejo en el Genil, la suerte de encontrarla, la responsabilidad de presentarla, la experiencia y la madurez, el vendaval de adolescencia que me azotaba cada vez que me calzaba el costal, el final de todo que vuelve a ser principio cuando mis ojos encuentran los suyos.

Es la explicación a los tuyos cuando te ven fatigado, es la cuna perfecta, son mis párpados sin cerrarse para no perdérmela, es lo que sienten los que salen el mismo día y no pueden verla, es el mejor final, la búsqueda continua, el no rendirse y el esfuerzo siempre a más. Es el crecerse ante la adversidad que aprieta, el perdonar a quién te lo pide y, sobre todo, al que no; es lo que hay detrás del dedo índice del niño que la descubre, y el no poder contener el piropo, nunca, cuando la ves asomar por una esquina, es el venturoso ábaco en el que siempre salen mis cuentas.

Ella es la Virgen de mi eternidad, la cuarta trabajadera de mi alternativa, el Arco Iris tras la tormenta, mi hija durmiéndose con su marcha, mi primer palio, la definición de la belleza, el nombre que lo dice todo, la cara más bonita, el mejor viernes del año, una Navidad eterna, la entrega desinteresada, el llanto contenido, la emoción desbordada, la mejor oferta, el “sí, quiero” permanente, la calle perfecta, el cuadro en la capilla de la monumental de Frascuelo, la “Madonna” de aquel mes de Junio, el final de la Carrera, el final de mi carrera, mi primera catedral, la “galleta” de cordón blanco y negro, la historia que se lee en las líneas de su cara, mi cansancio de recogía, la foto de cabecera, el brillo en las miradas, el pulso temblando las horas previas, el costal planchándose viendo recogerse a la Macarena, el arroz con leche de mi Madre después de llevarla, el corazón abierto, el alma en el cuello, el piropo improvisado, la que siempre espera, la que siempre recibe, la que siempre otorga…

Ella es, empero, el final también.

Cuando los zancos se depositan en el suelo, cuando la cera se apaga, cuando se atraviesa el puente, cuando suena el himno y se levantan las rodillas. Ella es el tiempo que se va y, por consiguiente, Ella es, también, el sentimiento estrenado, desconocido, inesperado, inflexible e irrevocable que representa aquello que el trovador gaditano definía como lo que “tiene nombre de drama” Ella, es, inevitablemente, la despedida y el adiós.

Llegado este momento, el reloj del tiempo se coloca de nuevo en mi muñeca, y toca devolverle todo lo que me ha prestado estos años de disfrute gratuito, darle, con los ojos rojos, los labios temblorosos, las palabras entrecortadas, las gracias por haberme dejado estar ahí, donde los niños se hacen hombres, llevándole a Granada el Dolor de una Madre que no es más que una hermosísima Niña. Darle las gracias, enorgullecido aún por haber sido su costalero, por lo que recibo ahora, eso otro que voy a vivir, desde ya, de otra manera porque, como dije antes, Ella es final y principio, y ahora me toca encarar el Viernes Santo del resto de mi vida, de otra manera, sí, cuyo comienzo lo marca, de nuevo…Ella.

Felicidad, amigos, familia, y porvenir…

Aquel sueño que empezaba
se acaba, porque se acaba,
mas aunque todo se acabe
yo te quiero más, si cabe,
que el día en que lo comenzaba.
Aunque la pena mayor,
se haya unido a este dolor
que me produce dejarte,
yo siempre sabré encontrarte
Virgen del Mayor Dolor.

Fuente Fotografía: La Locura Cofrade

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