Un Viernes menos (XXIV)
Nunca me cuestiono el llanto
cuando cada Viernes Santo
pugno por vitorearte,
¿Quién se para a preguntarte
cómo calmar tu quebranto?
Tras tu Divina Madera
seguro está la manera
de poder ahogar tu grito,
mas tus angustias no evito
ni lo intento, tan siquiera.
Cuando sales del umbral
son tus manos el ojal
que abrocha mi fe a tu cielo,
mas no sirvo de consuelo
para tu pena ancestral.
Ayúdame a no rendirme,
intenta, Tú, disuadirme
de mis continuos errores
mírame, pero no llores.
Permíteme resarcirme
del dolor que te he causado,
demándame lo llorado,
dame tu pena infringida
que no me sirve la vida
si Tú no me has perdonado.
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